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Europa empieza a decir adiós a la centenaria cabina telefónica

Europa comienza a despedirse de la centenaria cabina telefónica. La omnipresencia del móvil está arrumbando al símbolo de la telefonía fija por cables, que ya sólo puede aspirar a convertirse en objeto de culto para nostálgicos o mitómanos. Las grandes operadoras, nacidas la mayoría de los antiguos monopolios nacionales, reducen cada año el número de cabinas ante caídas de su facturación hasta del 53%.

El coste de mantenimiento de unos aparatos con una frecuencia de avería considerablemente superior a la del teléfono privado y de un mobiliario urbano expuesto a actos vandálicos lleva a las empresas a reducir drásticamente la presencia de este soporte telefónico en la vía pública.

British Telecom retiró el año pasado 18.000 cabinas y prevé continuar la siega durante dos años más hasta dejar sólo 65.000 de las 140.000 de que disponía en 1999. El 93% de los hogares británicos, recuerda la compañía, dispone de un teléfono fijo y el 85% de las ciudadanos, de un móvil.

En España, Telefónica mantiene a regañadientes las 17.000 cabinas que, de su flota de 43.000, no cubren siquiera los costes de mantenimiento, causando un gasto anual a la compañía de 63 millones de euros. Sus obligaciones de servicio universal le impiden cortar la hemorragia.

Pero la directiva europea que regula el servicio universal ya faculta a las autoridades nacionales para que eximan a los operadores de la obligación de mantener cabinas tan pronto como, 'en la totalidad o parte de su territorio, les conste que estas facilidades o servicios comparables están ampliamente disponibles'.

El móvil, con 305,6 millones de usuarios en la UE, cubre ya en gran parte esas necesidades de comunicación. El 81% de los ciudadanos posee ya un celular, y Luxemburgo se ha convertido en el primer país de la Unión donde el numero de móviles supera al de habitantes (en un 15%).

Italia encabeza por ahora el índice de penetración del móvil, con una tasa del 96%. Y España cuenta con 35,3 millones de usuarios, o el 87% de la población.

Esta propagación de la telefonía móvil marca el compás de desaparición de los teléfonos públicos. El Gobierno de Bélgica aprobó la semana pasada un proyecto de ley sobre obligaciones de servicio universal por el que autoriza a Belgacom, operador dominante, a dejar sólo 2.000 cabinas en todo el país tan pronto como el índice de móviles alcance el 95%.

Con la cabina, refugio mudo de millones de conversaciones, trifulcas y susurros, desaparece uno de los perfiles urbanos más característicos del siglo XX. Cientos de apariciones cinematográficas (llegó a ser protagonista del genial cortometraje de Antonio Mercero en el que José Luis López Vázquez se queda encerrado en una de ellas) mantendrán su recuerdo.

Sus hagiógrafos aseguran incluso que sobrevivirá al avance tecnológico del mismo modo que los cines conviven con el vídeo. Por si acaso, Reino Unido ha declarado ya monumento protegido a 2.000 ejemplares de su cabina más famosa, la K2 roja, que desde 1926 es uno de los símbolos más reconocibles de este país. Una central térmica del mismo arquitecto, sir Giles Gilbert Scott (1880-1960), se ha transformado hace poco en la nueva Tate Gallery de Londres. Su cabina parece también ya carne de museo.

Reino Unido ha declarado la cabina K2 roja monumento protegido

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