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Columna
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Otra vez Portugal

Las esperanzas de un renacimiento portugués se desvanecen. Los rendimientos de los bonos del país a 10 años están cerca del 15%, lo que refleja las preocupaciones de que Portugal, como Grecia, no sea capaz de pagar a sus acreedores la totalidad de lo que debe. Incluso el FMI reconoce que los "vientos en contra" de Portugal soplan cada vez más fuerte. El país solo logró alcanzar el objetivo del déficit el año pasado con una transferencia de las pensiones de los bancos al presupuesto estatal. Sin esta transferencia, hubiera sido un 7.5%, muy superior al objetivo del 4,5% de este año. Se prevé que la deuda alcance el 118% del PIB el año próximo. Las posibilidades de que Lisboa pueda acceder a los mercados en el 2013, como prevé el programa de rescate, son remotas y podría necesitar otros 110.000 millones de euros adicionales hasta finales del 2015, según un escenario pesimista de Unicredit.

Pero el que Portugal se convierta en la próxima Grecia sigue siendo una decisión política. El Gobierno luso se ha comprometido a alcanzar los objetivos y ha promulgado reformas difíciles. Los líderes europeos han asegurado que la reestructuración griega no se repetirá en otros países. Sin embargo, los socios de la eurozona podrían perder la paciencia si Lisboa alarga las reformas. La agitación social podría aumentar la presión para aliviar la carga. O puede que la deuda lusa suba a raíz de pasivo contingente en las empresas estatales o necesidades de los bancos. Los precios de los bonos a diez años portugueses cotizan a alrededor del 47% del par. Ese precio podría sugerir un recorte nominal menor de alrededor del 20%, en relación con el 50% griego. Gran parte del dolor ya ha sido descontado. Por lo que una reestructuración portuguesa, de ocurrir, debería ser menos impactante que la griega.

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