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Las consecuencias del terremoto
Tribuna
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Un tsunami nuclear en Europa

Todos hemos podido ver que los tsunamis producen grandes destrozos porque la gran ola que primero penetra tierra adentro, luego, al retirarse, arrastra todo lo que encuentra a su paso. Lo mismo puede ocurrirle a la industria nuclear como consecuencia del conjunto de accidentes que estamos viviendo en los seis reactores de la central nuclear de Fukushima. Los efectos de este accidente sobre el futuro de la opción nuclear tendrán también dos fases, ambas con influencia decisiva sobre el tan cacareado renacimiento que parecía iniciar sus primeros pasos a medida que se desvanecían los recuerdos de Chernóbil y apremiaba la crisis energética.

En primer lugar, habrá que esclarecer la secuencia de acontecimientos que han llevado al Japón muy cerca del desastre total, y las lecciones que pueden extraerse de esta desafortunada experiencia. Todo ello para reforzar la seguridad de los reactores en funcionamiento y modificar los protocolos de actuación en una crisis, evitando dar la sensación de que los operadores eléctricos y los gobiernos van a remolque de los acontecimientos, sin una visión certera de lo que ocurre en cada momento y de cuál puede ser la respuesta más apropiada. Lo más probable es que el resultado de esta evaluación sea una normativa mucho más exigente en lo referente a la duplicación de los sistemas de emergencia, y especialmente en el aseguramiento de fluido eléctrico bajo cualquier circunstancia, ya que la falta de éste ha sido el desencadenante del accidente que nos ocupa. No hace falta un terremoto seguido de un gran tsunami para provocar un accidente como éste, basta que por cualquier circunstancia, un reactor cualquiera pierda su capacidad de refrigeración para que se desencadene el desastre. En la práctica eso conllevará unas mayores inversiones y unos costes de operación más elevados para el parque actual, e incluso, como vemos en el caso de Alemania, puede aconsejar la clausura de los reactores antiguos con diseños deficientes.

Pero, además de estas consecuencias relativamente menores, el accidente de Fukushima tendrá también unos efectos de segunda vuelta que impactarán de lleno en los planes que algunos países habían empezado a esbozar para relanzar su parque nuclear después del marasmo que siguió a los accidentes de TMI y Chernóbil.

En el entorno europeo, parece claro que Alemania va a optar de nuevo por la substitución progresiva de su parque nuclear. La canciller Merkel, enfrentada a una población que mayoritariamente desaprobaba su decisión de cambiar la política de la coalición rojiverde, y ante el resurgir del movimiento ecologista y su paralelo hundimiento en las encuestas, ha decidido reaccionar colocando de nuevo en entredicho la continuidad a medio plazo del parque nuclear alemán. Francia, por el contrario, va a seguir defendiendo la opción estratégica nuclear que en su momento adoptó, por mucho que es probable que se encuentre con enormes dificultades para rentabilizar su cara apuesta industrial por un sector de incierto futuro después de la debacle japonesa.

Italia, por boca de su ministro de industria, insiste en que no variará sus planes, pero hoy por hoy es un actor poco relevante, ya que está lejos de poderlos materializar. Suiza ha anunciado la paralización y está por ver cómo reacciona la población sueca e, incluso, la finlandesa.

La verdadera batalla, sin embargo, se va a librar en Gran Bretaña, que es dónde más avanzados están los planes de sustitución de su vetusto parque nuclear. En realidad, no depende tanto de los británicos como de EDF, el gigante francés, que es quien tiene que acometer las enormes inversiones para las cuales reclama modificaciones regulatorias que irían en dirección contraria a la liberalización promovida, precisamente, por los anteriores gobiernos británicos. Asimismo, los planes italianos dependen en parte de las posibles inversiones de EDF. Francia tiene pues la llave económica del renacer nuclear en Europa; un renacer que hoy mismo ha sufrido un importante varapalo cuando el Comisario europeo de la energía, al final de la reunión que han mantenido los distintos ministros en Bruselas, ha llegado a afirmar que "debemos también plantearnos la pregunta de si nosotros, en Europa, podemos cubrir nuestras necesidades energéticas en un futuro previsible sin energía nuclear". Esta es una pregunta que hasta hoy pocos se atrevían a formular y que a partir de ahora, y con la vista puesta en Japón, estará en la mente de muchas personas.

Marcel Coderch. Ingeniero, miembro del Consejo Asesor para el Desarrollo Sostenible de Cataluña

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