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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Trichet engrasa el nuevo mapa bancario europeo

No ha seguido al dedillo la cartilla que en los últimos días le ha leído un buen número de economistas, pero tampoco ha defraudado del todo las acuciantes expectativas del mercado. En su última intervención antes de dejar el cargo, Jean-Claude Trichet ha hecho oídos sordos al clamor que solicitaba una rebaja de los tipos de interés del dinero -que permanecerán anclados, al menos por el momento, en el 1,5%-, pero ha abierto de par en par las compuertas de liquidez para aliviar la acuciante presión que está ahogando al sistema bancario europeo. El presidente del Banco Central Europeo (BCE) ha anunciado que la institución inyectará liquidez a los bancos a través de dos operaciones con vencimiento a un año y subastas mensuales hasta finales de julio de 2012. Además, también reactivará el programa de compra de deuda bancaria por valor de 40.000 millones de euros desde noviembre y hasta octubre del año que viene, tanto en el mercado primario como secundario.

Aunque Trichet ha preferido mantener intacto su papel de guardián de los precios y no atender el clamor que reclama la oportunidad de aprobar una rebaja de tipos como fórmula para impulsar la actividad económica, el presidente del BCE ha demostrado tener presente el oscuro horizonte que afronta la economía de la eurozona y el papel que juegan en este las tensiones en el sistema financiero.

Con la decisión de abrir el grifo de la liquidez, el BCE no hace otra cosa que allanar el camino para la inminente segunda ronda de recapitalización que deberá afrontar la banca en los próximos meses. Un proceso que debe ponerse en marcha cuanto antes y cuya factura, aún no determinada, el Fondo Monetario Internacional cifra en una horquilla de 100.000 a 200.000 millones de euros. El gesto de despedida del presidente del BCE -que deja a su sucesor, el italiano Mario Draghi, la tarea de rebajar los tipos de interés- permitirá a las entidades financieras dejar a un lado los problemas de liquidez y afrontar con cierta seguridad los próximos vencimientos de deuda.

Las medidas adoptadas por el BCE pueden entenderse como un guante que debe ser recogido cuanto antes. Una vez garantizada la liquidez a las entidades financieras, no quedan demasiadas razones para retrasar la nueva recapitalización del sistema bancario europeo, algo que encaminará al sector hacia un nuevo mapa. Como recordaba hace unos días el FMI, sea cual sea la fórmula elegida para ello -a través de inyecciones directas por parte de los tesoros nacionales o a cuenta del nuevo fondo de estabilidad financiera- el proceso de apuntalamiento y saneamiento del sistema financiero no puede retrasarse más. En esta coyuntura, las desavenencias mostradas ayer entre Berlín y París sobre cuál debe ser la fórmula elegida no son una buena señal en cuanto a una pronta puesta en marcha del mecanismo. Mientras Francia aboga por hacer uso del fondo de rescate como fórmula para aliviar las facturas de las Haciendas nacionales, Alemania defiende que ese recurso únicamente sea accesible en último término y cuando las dificultades del país involucrado pongan en jaque la estabilidad de la zona euro.

Como parte de esa estrategia de respaldo al sistema financiero, la vicepresidenta primera del Gobierno, Elena Salgado, anunció ayer la fusión de los tres fondos de garantía de depósitos -de bancos, cajas y cooperativas de crédito- con el objetivo de que el resultante se utilice para absorber las pérdidas originadas por el rescate del sector de las cajas de ahorros. La medida tiene una primera razón de ser: impedir que las pérdidas del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) impidan cuadrar las cuentas públicas y ajustarlas a ese 6% de déficit que España debe alcanzar a final de año. Más allá de que ese objetivo debe cumplirse a rajatabla y de que el Gobierno ha de hacer uso de todas las herramientas posibles para alcanzarlo, la medida cuenta con la ventaja añadida de resultar amable de cara a los contribuyentes en un momento marcado por la pugna electoral. Una perspectiva que no puede compartir el sector bancario, abocado obligatoriamente a costear la reestructuración de las cajas y facilitar así el ineludible y urgente proceso de consolidación fiscal.

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