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Columna
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Treinta meses que conmovieron España

La nueva fase de la crisis de la deuda soberana en el área del euro, y la que se adivina pueda estallar en un futuro no muy lejano con la de Gran Bretaña y, quizás, con Estados Unidos, sitúa el proceso de ajuste español en una situación difícil. En su momento, el choque provocado por el colapso de Lehman Brothers sorprendió a nuestro país con una vulnerabilidad, unos hogares y empresas excesivamente endeudados y un aparato productivo, una creación de empleo y de mejora de la recaudación fiscal excesivamente dependiente de la disponibilidad de crédito barato y abundante y, con ello, de la construcción. Lo que nos ha pasado desde entonces es una buena muestra de cómo una crisis del crédito, tras un boom financiado con dinero barato, se transforma en una crisis fiscal.

A principios de 2010 y, en especial, a partir de mayo del pasado año, el Gobierno comenzó a tomar medidas dirigidas a reconducir parte de los desequilibrios acumulados, enfatizando la consolidación fiscal, por una parte, y las reformas estructurales (pensiones, mercado de trabajo, sistema financiero), por otra. Los progresos conseguidos hasta la fecha no son menores, en especial en lo tocante a la reconducción del déficit público, que se habrá reducido desde el 11,2% del producto interior bruto (PIB) de 2009 al 9,2% del año 2010 y al 6,3% de 2011. Pero todavía nos queda un largo camino por recorrer, para llegar en 2013 a un déficit que comience a situarse por debajo del 3%.

Lo acaecido estas últimas semanas en los mercados europeos de deuda obliga a reconsiderar la velocidad de reducción del déficit y a poner sobre la mesa la necesidad de situarnos en una zona de seguridad (el 3% del PIB) cuando antes. Porque sea cual sea la solución que se vaya a tomar para la crisis griega, esta será compleja, larga y de incierto futuro. Y, tras la misma, habrá que abordar los casos de Irlanda y Portugal. Y la extensión de esos problemas al sistema financiero del área del euro, y de fuera de ella, acaba de definir un panorama de difícil solución en el corto plazo.

Además, la situación económica de Estados Unidos, tal y como advirtió el presidente de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, la pasada semana, no es positiva, y ello en un contexto presupuestario muy complicado, que está obligando a las compañías de rating a tomar sus distancias, modestas hasta la fecha, respecto del futuro de la deuda pública americana.

Finalmente, y aunque China ha vuelto a sorprendernos con un crecimiento próximo al 10% en este segundo trimestre, los excesos de crédito e inflación en los países emergentes comienzan a generar preocupación acerca de la sostenibilidad de su fuerte expansión.

En suma, el horizonte que encara la navegación de nuestra economía en los próximos 18 meses se ha teñido de sombríos nubarrones que amenazan en el horizonte, con elevadas probabilidades de que tenga lugar un accidente externo, con implicaciones indeseables sobre la economía española.

Esta posibilidad, de producirse, operaría sobre una situación en la que los elementos de vulnerabilidad distan mucho de haberse corregido. El déficit exterior continúa situado tozudamente en el entorno del 4%-5% del producto interior bruto, y el petróleo no ayuda a su reducción. El endeudamiento privado apenas ha comenzado el necesario, e inevitable, proceso de desapalancamiento. Y el sector público se encuentra a medio camino de su proceso de consolidación fiscal.

Nuestras vulnerabilidades continúan ahí, aunque las hayamos reducido un tanto. Pero un nuevo choque podría dar al traste con todos los esfuerzos realizados y, vulnerabilidad sobre vulnerabilidad, podríamos retroceder a la casilla de salida, pero con menos fuerza que antes de comenzar.

Por ello, hoy es el momento de acelerar las reformas y, en especial, la consolidación de las finanzas públicas. Si no emerge ese temido accidente exterior, uno de los muchos escollos que amenazan la navegación en esas aguas difíciles que atravesamos, en 18 meses deberíamos llegar a puerto seguro. Hoy es momento de acentuar la consolidación fiscal y las reformas. No perdamos ni un minuto más.

Josep Oliver Alonso. Catedrático de Economía Aplicada (UAB)

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