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Tribuna
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Transfiriendo fiscalidad a Europa

Recortes dolorosos pero imprescindibles. Aumentos de impuestos equitativos y temporales. Aplicación rápida (modificación del calendario de festivos) o inminente (mercado laboral, sector financiero) de reformas estructurales necesarias para que la economía española recupere la senda del crecimiento y la generación de empleo. Alivio en los mercados financieros por la toma de decisiones valientes en España e Italia, la publicación de buenos datos macroeconómicos en EE UU y Alemania y la inyección de 500.000 millones de euros por parte del BCE. Fuerte demanda y colocación de bonos españoles e italianos por valor de 28.000 millones de euros a intereses más reducidos en las subastas realizadas en los últimos días. Este es el cuadro esperanzador con el que iniciamos un trimestre decisivo. Tanto España como Italia deben refinanciar hasta marzo una parte sustancial de su deuda soberana que vence en 2012.

La subida provisional del IRPF es inevitable al constatarse que el déficit público del conjunto de las Administraciones públicas alcanzó el 8,3% del PIB en 2011, y no el 6% que proclamó el Ejecutivo socialista. Los ajustes anunciados inicialmente por el nuevo Ejecutivo (no renovación de plazas en el sector público, congelación salarial para los funcionarios, plan de lucha contra el fraude fiscal) eran insuficientes. La desviación en el déficit obliga a tomar medidas impopulares de manera inmediata. Si no se producen más sorpresas desagradables al cierre final de las cuentas de 2011 (ojo con Andalucía), el Gobierno central y las comunidades autónomas tendrán que apretarse el cinturón para generar ahorros de 40.000 millones de euros. La disminución del gasto previsto para casi todos los ministerios en los Presupuestos Generales para 2012 es una medida ejemplarizante para las comunidades autónomas con mayor déficit. No puede descartarse que la gravedad de la situación exija un aumento de los impuestos especiales. Una mayor fiscalidad sobre el alcohol y el tabaco favorece la salud pública y es preferible a una subida del IVA.

Los sacrificios que están realizando las sociedades española e italiana son una condición necesaria pero lamentablemente no suficiente para la resolución de la crisis en la eurozona. En el Consejo Europeo del 29 de enero debe acordarse el procedimiento mediante el cual se introducirán en el Tratado de Lisboa los compromisos adquiridos por 26 de los 27 Estados miembros de la UE el pasado diciembre: inclusión de los techos de déficit y deuda en las respectivas constituciones, mecanismo de supervisión de los presupuestos nacionales por parte de las instituciones europeas y penalizaciones para los países que superen los límites.

Pero todas las medidas mencionadas pueden resultar insuficientes. Acontecimientos internacionales pueden desbordar las previsiones más pesimistas. Se está ralentizando el fuerte crecimiento de China, India, Turquía y otros emergentes. Hungría necesitará financiación del FMI y la UE en unos momentos en que su Gobierno protagoniza una deriva autoritaria que compromete la independencia de su banco central. Por otra parte, prosigue la espiral de confrontación entre Israel y los países occidentales e Irán. Continuarán las turbulencias en la transición que protagonizan Egipto, Libia y Túnez, mientras que Siria se precipita hacia una guerra civil. A este inquietante cóctel geoestratégico se suma la incertidumbre que genera la celebración de elecciones presidenciales en Rusia, Francia y EE UU en el transcurso de 2012.

Se cumplen 60 años de la fundación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). Seis años después de la guerra más devastadora de la historia de la humanidad, los líderes de Alemania, Francia, Italia y los países del Benelux pactaron unificar su producción de carbón y acero y gravarla con un impuesto europeo que financiara las operaciones de la CECA. Ante la pérdida de competitividad de la Comunidad Europea a mediados de los ochenta, sus líderes lanzaron el programa del mercado único. Mediante la eliminación de barreras y la liberalización e integración de los fragmentados mercados de productos y servicios nacionales se creó el mayor mercado común del mundo, que a su vez allanó el terreno al lanzamiento del euro.

Los actuales líderes europeos pueden ir más allá de las decisiones que les exigen los mercados. La consecución de una verdadera unión fiscal eliminaría distorsiones en el mercado único, como la afluencia de inversiones hacia los Estados miembros con un muy reducido impuesto de sociedades o de capitales a los que menos gravan las rentas del trabajo y la inversión.

Deben armonizarse las bases imponibles del impuesto de sociedades y de renta y avanzar hacia la fijación de unos tipos parecidos. La asignación de una mayor proporción de los ingresos procedentes del IVA, impuestos especiales, impuesto de sociedades e IRPF al presupuesto de la UE dotaría a la Unión de los recursos para financiar a escala europea infraestructuras de transporte y energéticas, programas de I+D+i, de formación y de apoyo a las regiones más pobres.

Aeropuertos vacíos en Albacete, Huesca o Ciudad Real y un AVE magnífico pero de diseño radial y sin eje mediterráneo son el resultado de políticas diseñadas a nivel estatal y no europeo. La aplicación de una tasa europea sobre las transacciones financieras y sobre las emisiones de gases invernadero o de cualquier modificación fiscal requiere una unanimidad inexistente entre los 27. La única salida pasa por la creación de un núcleo duro en la eurozona que diseñe una unión fiscal con más recursos para financiar políticas a escala europea. Pedir a los políticos que renuncien a la capacidad de recaudar impuestos en favor de una Europa dinámica y unida parece utópico. También lo era que Alemania y Francia cedieran soberanía en los cincuenta.

Alexandre Muns Rubiol. Profesor de la Escuela Superior de Comercio Internacional, Universitat Pompeu Fabra

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