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Columna
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El tiempo es oro para SuperMario

Cualquiera que esperara que el discurso inaugural de Mario Monti fuera el punto de partida del cambio estará decepcionado. No hubo grandes números sobre impuestos o privatizaciones. Sin embargo, las reformas del nuevo primer ministro italiano van en la dirección correcta, y tiene el apoyo popular para los retos del futuro.

Monti se comprometió a poner en marcha las reformas prometidas por Silvio Berlusconi. E hizo alusión a otras medidas que pueden ser necesarias si Italia quiere equilibrar su presupuesto en 2013. Monti explicó cómo Italia necesita impulsar el crecimiento: limar las desigualdades del mercado laboral, que perjudican a los trabajadores temporales; reformar el sistema de prestaciones; reequilibrar impuestos para fomentar el empleo; y lograr incorporar más mujeres al mercado de trabajo. Para muchos italianos, estas reformas debían haberse hecho ya. Los socios de la eurozona también pueden relajarse un poco con las promesas de Monti de atajar la desigualdad de las pensiones, incluso aunque no haya que eliminar la pensión por antigüedad criticada por el BCE.

El rendimiento de los bonos a siete años ha vuelto de nuevo a estar por debajo del 7%. Pero Monti podría haber dado más desahogo a los mercados. A pesar de que estudiará reintroducir un impuesto a las rentas más altas, no prometió un gran impuesto para reducir la deuda de Italia. También fue evasivo sobre las privatizaciones y la venta de activos estatales. El desafío de Monti no es poner de manifiesto los problemas de Italia, sino aprobar las dolorosas reformas para resolverlos. Por el momento, la gente está de su parte: el 99% desea que baje el coste de los políticos y el 71% apoya la venta de activos estatales, según una encuesta. Otra encuesta muestra que el 73% de los italianos creen que el Gobierno de Monti puede arreglar los problemas de Italia. Pero el nuevo primer ministro debe moverse rápido para asegurarse de que siga siendo así.

Por Neil Unmack

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