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Tribuna
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Tensa expectativa

Aunque el triunfo del PP había sido anticipado por las encuestas, su amplitud -el mejor resultado en su historia- es notable. Sumado al dominio que el mismo partido ostenta en otros ámbitos (comunidades autónomas, diputaciones y ayuntamientos), lo convierten en un protagonista realmente preponderante de la vida institucional y política de España. También han obtenido resultados mejores IU, UPyD y CiU, de manera muy significativa en este último caso, aunque su relevancia en el Parlamento se verá menguada por la mayoría absoluta del PP.

Pero el dato más notable de estas elecciones -pues el PP solo ha obtenido 500.000 votos más en un contexto que le resultaba excepcionalmente favorable- es la notable caída del PSOE. La razón es clara: a partir de mayo de 2010, cuando se produjo un giro radical en la política económica y se adoptaron medidas regresivas contra los trabajadores, el Partido Socialista entró en caída libre. El elevado número de parados, sin duda, parece haber influido también, pero en otras elecciones generales en las que había altas tasas de paro el PSOE no sufrió un castigo electoral como el que se ha producido el 20 de noviembre de 2011, cuando ha perdido más de cuatro millones de votantes en las elecciones generales. Seguramente estas circunstancias formarán parte del proceso de reflexión en el partido, que es obligado tras un resultado electoral de esta naturaleza.

De todas maneras, las elecciones del 20-N ya son historia. Lo importante es qué viene ahora. Hasta el momento de escribir estas líneas, el señor Rajoy, próximo presidente del Gobierno, no ha definido una política social y económica, si bien se adivinan algunas de sus intenciones, difundidas durante la campaña electoral. La referencia al programa de Cameron en Reino Unido, los anuncios velados de implantar por la fuerza un sistema de negociación colectiva, que nos separa de lo que rige mayoritariamente en la Unión Europea, o la insistencia en una nueva reforma laboral, aún más radical, son algunos de los mensajes políticos, que más bien parecen conformar la lista de las reivindicaciones de la patronal. No un programa de crecimiento y de creación de empleo.

Si a todo ello se suma la constante presión exterior -UE, BCE, FMI, agencias de rating, medios de comunicación, etc.- para profundizar más en la política de ajuste y reducir el déficit y la deuda a toda costa, la conclusión no puede ser sino preocupante.

Tras su notable triunfo, el PP y el señor Rajoy están ante una disyuntiva, porque se han generado expectativas en dos planos que no es posible conciliar: mientras el pueblo español demanda medidas para relanzar la economía y crear empleos (desde hace tiempo estas preocupaciones encabezan las encuestas de opinión), los partidarios de cuadrar las cuentas públicas, sin medir las consecuencias, exigen decisiones que van -como ya se ha demostrado- justo en la dirección contraria, puesto que la reducción de la inversión y del gasto suponen un freno al crecimiento y generan paro.

En otros términos, si el señor Rajoy propone -como ha dicho reiteradamente- que España retorne a una senda de creación de empleos debería desestimar las demandas del fundamentalismo económico, detrás de las cuales se escudan los especuladores que obtienen pingües beneficios con la crisis que han provocado. Ajustar el déficit público a los parámetros establecidos por la UE en un periodo de tiempo mayor no solo tendrá menos sacrificios sociales sino que será una opción más creíble.

A la espera de que se ponga sobre la mesa la estrategia económica que se aplicará durante los próximos cuatro años, la UGT expresa su disposición plena para la búsqueda de soluciones por la vía del diálogo y del consenso. La experiencia de más de tres décadas demuestra que los acuerdos entre los interlocutores sociales y el Gobierno son el mejor método para afrontar las cuestiones que afectan a la economía y a política social.

Pero el diálogo debe desarrollarse en un doble ámbito. Además de en España, UGT va a proponer a la Confederación Europea de Sindicatos (CES) que promueva un pacto por el empleo y la cohesión social, de carácter tripartito, con la Comisión y la patronal europea. Si esto no fuera posible, la CES debería convocar una movilización europea unitaria, para que todos los trabajadores puedan reclamar, al unísono, un cambio de rumbo de esta política de recortes y ajuste que nos conduce al desastre.

Cándido Méndez. Secretario general de UGT

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