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Columna
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Siempre quedarán los bancos centrales

Los mercados están estancados en un círculo de miedo sobre los temores del futuro. La última prueba es la subida del 1% en el precio de los valores de renta variable, que se suma a un informe que afirma que los bancos centrales del mundo están preparados para proporcionar la liquidez que los mercados necesitan si los inversores entran en pánico por la situación griega.

Los miopes mercados necesitaban acordarse de los bancos centrales. Pero el compromiso de estos no debería sorprender. La caída de Lehman Brothers en 2008 enseñó a las autoridades que una respuesta monetaria lenta o inadecuada puede causar un daño económico severo. Desde entonces han hecho lo que fuera para mantener el sistema financiero operativo. Durante el proceso, han realizado promesas sin precedentes y han esquivado muchas reglas de la eurozona, llevando a cabo grandes experimentos fiscales y monetarios en EE UU.

Los bancos centrales están casi condenados al éxito. Una fábrica podría funcionar con escasez de piezas o electricidad, pero las autoridades monetarias tienen un suministro ilimitado del principal material del sistema financiero: el dinero. Pueden usarlo para mantener bancos a flote, dominar todos los mercados financieros y proporcionar financiación a compañías y Gobiernos. Es razonable temer que un flujo monetario llevará a la inflación, pero es estúpido pensar que los bancos centrales no pueden prevenir una espiral de deflación de la deuda.

Los inversores parecen demasiado temerosos para comprender todas las ramificaciones de esta decisión. El precio de la acción podría ser mucho más bajo si realmente piensan que los bancos centrales se mantendrán impasibles ante una huida en masa hacia la supuesta seguridad. Pero el precio de la acción sería mayor, y el riesgo de pánico financiero mucho menor, si los indicios fueran evaluados con calma.

Es posible también que los bancos centrales pierdan los nervios o que los políticos europeos lo echen todo a perder. Pero las autoridades parecen preparadas para algo más peligroso: la huida de los inversores del pensamiento racional.

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