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Tribuna
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Seguridad nuclear

Cuando vemos los aterradores efectos de los accidentes nucleares, nos sentimos sobrecogidos por el uso de una tecnología que no comprendemos muy bien, pero que necesitamos. El hombre se ha encontrado muchas veces con una situación similar ante la duda de usar lo que necesita y no puede controlar. La humanidad ha sabido, a lo largo de su historia, aprender a controlar y a manejar esas técnicas necesarias y a resolver esos retos. Si analizamos en profundidad acontecimientos como el ocurrido en Fukushima (aceptando el horror de las consecuencias humanas), observamos que el comportamiento de un reactor es en sí un exponente extraordinario de la capacidad humana de conseguir grandes logros y de la enorme habilidad desarrollada para diseñar y construir las tecnologías y los métodos para dominar las energías que el hombre necesita.

Debemos preguntarnos: ¿que ha fallado? Y cuando lo hacemos vemos la realización viva del principio de Peter... "Si en toda empresa humana algo puede funcionar mal... funcionará mal". La verdad es que en Fukushima todo funcionó bien, sorprendentemente bien, excepto una cosa: el emplazamiento de la central al lado del mar, y al lado de un precipicio suboceánico y junto a zonas de intensa actividad humana.

A lo largo de muchos años de experiencia en la construcción de plataformas marinas de extracción y explotación de petróleo a medianas y grandes profundidades, he pensado en estos problemas y puedo asegurar que muchas de las técnicas y procedimientos para colocar grandes estructuras en el océano podrían utilizarse ya o ligeramente modificadas para la colocación y funcionamiento de reactores en alta mar.

Si las condiciones básicas de seguridad de los reactores actuales son: su emplazamiento en zonas no pobladas y con asegurada abundancia de refrigerante (el agua), no hay lugar más adecuado que las zonas marinas cercanas a la costa (30 o 40 km), con fuertes corrientes subacuáticas. Simplemente no las colocaremos sobre una falla, pero el mar nos ofrece enormes espacios sin actividad sísmica ni tsunamis conocidos.

Me dirán que habría que llevar la electricidad obtenida a través de líneas aéreas o submarinas, pero eso es otra técnica fácilmente resuelta hoy día. Nosotros podemos. Solamente hay que ser rigurosos en nuestros procedimientos y no permitir que el principio de Peter nos desanime y nos impida desarrollar las tecnologías de que disponemos o podamos necesitar en el futuro.

José María Calderón Higuera. American Society of Civil Engineers

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