_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Salvar a España

Hay que valorar positivamente la determinación del Gobierno por cumplir sus compromisos con Bruselas en la esperanza de que haciéndolo, los mercados se calmen.

El problema es que no solo no se calman sino que vivimos una escalada extrema de los intereses de la deuda, de modo que ya comienzan a sonar voces hablando de un rescate a España. Estamos llegando al agotamiento de las fórmulas predicadas por Europa: lo que se ahorra en dolorosos recortes no llega ni para pagar los crecientes intereses de la deuda. Esta espiral no conduce a ninguna parte, salvo a la destrucción de las economías de la zona euro: después de España será Italia y después, Francia u Holanda.

Independientemente del nivel de renta, todos los españoles perdemos a chorros riqueza y bienestar: los millones de desempleados de larga duración; los nuevos parados en una situación que no hace distingos de cualificaciones o preparación; los inmigrantes que vinieron buscando una oportunidad y se van con las manos vacías; las clases medias, atrapadas en la pinza de mayores impuestos por trabajar y mayores impuestos por consumir; los dependientes, o los funcionarios, objetivo singular de las nuevas medidas de austeridad.

Pero también están perdiendo quienes viven de ahorros que, colocados en acciones, disminuyen de valor día a día; las empresas, que se ahogan porque no pueden cobrar lo que se les debe y ven cómo la marca España se derrumba; las grandes empresas, que ven cómo sus acciones disminuyen de valor en esta tormenta perfecta.

Esto nos debería hacer pensar: no hay imagen más patética que un barco hundiéndose mientras sus tripulantes se culpan unos a otros con el agua hasta las rodillas, en vez de achicarla con todas sus fuerzas.

¿Cómo un país que hace 20 años era emergente y pasó con éxito en los noventa a ser uno de los 15 más desarrollados del mundo se encuentra en esta situación? España no tenía hace cinco años problemas estructurales: su deuda estaba por debajo de los niveles de mayoría de los países desarrollados; su déficit controlado; su desempleo en niveles permisibles. Aún hoy España pertenece al grupo de países intermedios con un número importante de empresas entre las 500 mayores del mundo, junto a Canadá, la República de Corea, Australia, Italia y Holanda.

¿Por qué España se encuentra en esta situación crítica? Bruselas y el BCE han tomado un camino equivocado: no enfrentaron la crisis con una política que combinara crecimiento y ajuste.

Estados Unidos hizo lo contrario: en octubre de 2008, después de la caída de Lehman Brothers, el presidente de la Fed Ben Bernanke rescató al sector financiero por 700.000 millones de dólares en cuestión de días. Para 2010, la Fed había reingresado el rescate con beneficios. Este ajuste rápido y decisivo se combinó con una expansión monetaria que mantuvo el crédito y propició el crecimiento que ha permitido a Estados Unidos capear el temporal.

En Europa se ha seguido el camino del ajuste. Tanto Rodríguez Zapatero como Rajoy han elegido ser alumnos disciplinados y practicar la austeridad y los ajustes, pero no han clamado con igual intensidad y urgencia por medidas complementarias de crecimiento europeo.

Es posible que ante la situación límite de España, el BCE reaccione y, después de dejar algunos cadáveres en la cuneta como Grecia, inicie una expansión monetaria a la europea, comprando de modo ilimitado deuda española o italiana… Pero, en una Europa donde Alemania nunca ha tenido una financiación más barata que ahora, es posible que en vez de la razón triunfe la sinrazón.

Ante este problema, si Europa persiste en su equivocación, ¿no sería necesaria la máxima unidad política en España? ¿No debería el Gobierno plantarse ante Europa con toda España detrás, flanqueado por todas las fuerzas políticas, y laborar con toda urgencia por un eje efectivo con otros países para exigir que cese este camino al suicidio económico colectivo de los europeos?

Indudablemente, esta propuesta de máxima unidad de la política y los ciudadanos ante Europa puede parecer irrealizable cuando el Gobierno se queda solo aprobando el mayor recorte de la democracia y los ciudadanos se echan a la calle para protestar. Pero tengo para mí que no protestan por recortes que todos pueden entender, sino por la injusticia en su reparto: el ajuste no se está viviendo como una acción solidaria de todos los españoles, sino como un abuso de los más débiles. Si todos estamos perdiendo, todos deberíamos arrimar el hombro. Un gobernante que quiera salvar a España de esta situación límite debería ser capaz de unirla ante Europa y, para ello, debería aplicar un criterio claro de equidad en el esfuerzo extraordinario a realizar hoy por todos los españoles.

Manuel Escudero. Director general de Deusto Business School

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_