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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sacar partido a la reforma laboral

Como un "buen pasito" definía ayer la ministra de Empleo, Fátima Bañez, los datos de paro y afiliación a la Seguridad Social del mes de junio. Durante ese mes abandonaron la listas del paro casi 100.000 personas -lo que supone la mayor caída del desempleo desde 1997- y las afiliaciones crecieron en 31.332 cotizantes y lo hicieron, además, por cuarto mes consecutivo, aunque impulsadas por la hostelería con el inicio de la temporada de verano. Pese a que a priori se trata de un buen registro, resulta demasiado pronto para ver en estas cifras los primeros signos de un cambio de tendencia en la evolución del empleo en España.

Como se encargaba también de recordar ayer el ministro de Economía, Luis de Guindos, el análisis desestacionalizado de los datos -al descontar el efecto del calendario- no arroja buenos resultados. Aun así, hay algunos signos esperanzadores. Tras cuatro meses consecutivos al alza, las afiliaciones a la Seguridad Social han superado por primera vez este año los 17 millones de ocupados. Además, el ritmo interanual de caída se ha moderado -también por primera vez- desde noviembre pasado, al pasar de una destrucción de empleo del 3,39% al 3,18%. A ello hay que sumar otro dato significativo: la subida por quinto mes seguido del colectivo de autónomos, lo que parece apuntar a una cierta efectividad del nuevo contrato de emprendedores.

Más allá de que habrá que esperar a los próximos meses para ver si los indicios se consolidan en un cambio de tendencia o si se trata de un repunte aislado, parece claro que el mercado de trabajo todavía no está haciendo uso de todas las herramientas que ha introducido la reforma laboral para crear empleo o, al menos, no destruirlo. En su lugar, se ha limitado a cobijarse bajo sus alas para realizar un ajuste en cantidad que todavía no ha llegado a su fin. Pese a que existen voces que comienzan a poner en duda la operatividad de la legislación aprobada por el Gobierno de Mariano Rajoy y reclaman una nueva vuelta de tuerca que la endurezca -en línea con la reforma portuguesa-, no hay razones para creer que sea necesario. Los empresarios españoles tienen que ser conscientes de que disponen de múltiples opciones para reducir el coste del empleo sin destruirlo. Soluciones como los ajustes de salarios, la flexibilización de jornadas y turnos o el descuelgue de los convenios colectivos son posibilidades que pueden y deben ser utilizadas por las empresas, pese a que a día de hoy todavía se hallen infrautilizadas. La reforma laboral tiene profundidad y recursos suficientes como para permitir sacar partido en términos del empleo al momento en que la economía española comience a experimentar un cambio de tendencia. No es en su letra, sino en su uso, donde reside el problema.

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