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Tribuna
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El reto tecnológico en las nuevas cajas

Todo apunta a que en los próximos meses la actualidad económica española seguirá marcada por los procesos de fusión entre diferentes entidades financieras, fundamentalmente cajas de ahorros, muy reforzadas tras la aprobación del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) en julio.

Hace unas semanas, la Fundación de las Cajas de Ahorros cifró entre tres y cinco años el periodo mínimo necesario para llevar a cabo esa reducción y lograr un mapa lo más definido y claro posible de la situación actual. Desde, entonces cabe preguntarse si los clientes llegan a hacerse a la idea del esfuerzo realmente costoso que supone afrontar la integración de dos o más entidades bajo una nueva fórmula. La realidad nos revela que son muchos los peros del baile de las cajas.

Pero ¿están las entidades tecnológicamente preparadas para acometer este reto? Muy al contrario, lo que más inquietud genera entre la opinión pública son las disputas históricas que las cajas de ahorros mantienen entre sí; su vinculación con los Gobiernos autónomos; la lucha verbal y de poder entre los agentes sociales y la defensa de los intereses territoriales. No obstante, no podemos obviar que más allá de los aspectos relativos a la burocracia y a las competencias de los Gobiernos regionales, los movimientos de fusión entre cajas supondrán un cambio sustancial en su actividad principal, afectando directamente al proceso productivo y al servicio que prestan.

Para disminuir el impacto de los cambios es preciso identificar las peculiaridades que caracterizan a las cajas de ahorros respecto a otras instituciones y que representan alguna dificultad a la hora de gestionar los trámites de fusión. Estas peculiaridades magnifican decisivamente la duración y complejidad de este tipo de procesos -en comparación con los de otras entidades privadas-. Nos referimos a la integración de las aseguradoras, de los servicios centrales, de las cooperativas de crédito, de los recursos humanos de las entidades, sus obras sociales o sus compañías filiales.

Desde el punto de vista tecnológico hablamos de un proceso complejo, que tendrá en cuenta los condicionantes iniciales de la operación y que afectará a la organización, a sus procesos, a las personas y a los propios sistemas. Para acometer el proceso con éxito es necesario definir una hoja de ruta que garantice la eficiencia y cobertura de las áreas directamente vinculadas a la transición. Esta cadena debe ir desde la valoración de la estrategia para continuar con la planificación, hasta la implementación del diseño y la gestión en la transformación de la organización, los procesos y los sistemas.

A lo anterior, además, habría que sumar una de las fases más relevantes en el proceso de transición: la integración de los sistemas y tecnologías de las entidades. Esto se refiere, entre otras cosas, a la selección del objetivo, la definición de la solución, el desarrollo de un plan de integración y el diseño de la infraestructura de aplicaciones y la arquitectura tecnológica común.

Debido a su complejidad, estos procesos deben ser abordados por profesionales cualificados en tecnología. Al igual que expertos en auditorías y fusiones estudian la mejor fórmula para que las entidades se integren, también expertos del campo de las tecnologías de la información (TI) deberían entrar a valorar cómo deben unirse estos sistemas. Esto conlleva que las entidades implicadas en el proceso deben conferir a las plataformas tecnológicas el cariz de herramienta imprescindible para alcanzar los objetivos estratégicos diseñados para el proceso de fusión.

La cuestión tecnológica es tan decisiva en un proceso de fusión que se debe implementar una comisión específica que decida los procedimientos para implantar una plataforma tecnológica común, sobre todo si tomamos en cuenta que la plataforma tecnológica de una entidad bancaria es uno de los servicios más trascendentes de la misma. Son sistemas complejos, realizados en muchos casos de forma ad hoc a las necesidades de cada entidad , y que exigen un cuidadoso proceso de integración y control.

En definitiva, la complejidad del proceso de fusión entre entidades no se debe minusvalorar. En el escenario actual no podemos dejar nada a la imaginación, debemos dar a cada elemento la importancia que merece. La tecnología y su aplicación tienen la suya propia.

Ricardo Cruz-Estadao. Vicepresidente de servicios financieros de capgemini

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