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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Resolver bien lo que se ha gestionado mal

La salida precipitada de Miguel Ángel Fernández Ordóñez del Banco de España revela el grado de excepción en el que se desenvuelve el sistema financiero y la política en las últimas semanas, en las que los mercados financieros castigan de forma indiscriminada a los valores bancarios y a la deuda pública por los temores a que las nuevas necesidades de capital y provisiones sean de tal envergadura que pongan contra las cuerdas la solvencia misma del Tesoro. Aunque solo anticipa en 32 días su cese en el cargo (su salida natural debería producirse el 12 de julio), y aunque lo haya consensuado con el presidente del Gobierno, a nadie se le escapa que se trata de una ruptura airada que añade crispación a la crispación política y económica y que no ayudará a una salida más pulcra a la crisis financiera.

El Ejecutivo ha gobernado mal su relación con el gobernador. Aunque ocupaba el cargo tras una ruptura que nunca debió producirse en 2006 de un consenso político nacional según el cual el Gobierno nombra al gobernador y la oposición al subgobernador, representaba una de las instituciones con más prestigio económico de cuantas hay en España y proyectaba una sombra más sólida fuera de nuestras fronteras incluso que dentro, algo que siempre había alumbrado de reputación a las entidades financieras españolas, que pasaban por ser las mejor gestionadas y, desde luego, las mejor supervisadas de Europa.

El Gobierno ha puesto explícito acento en aislar la posición del gobernador en los últimos episodios de la crisis financiera, especialmente en la intervención y nacionalización de Bankia, pese a preservar públicamente la labor excelente de la institución y de sus profesionales. Y tal luz de gas no hace otra cosa que añadir tensión en el momento en que los mercados tienen bajo cuarentena al sistema financiero español y a su financiación. El aislamiento ha llegado incluso a tratar de impedir que Fernández Ordóñez dé explicaciones públicas de la labor del Banco de España sobre la crisis financiera, un acontecimiento que ha precipitado su salida apresurada de la institución.

La gestión de Ordóñez tiene luz y sombra, con un reconocible proceso de concentración de cajas y su transformación en bancos que es imprescindible en una situación de mercados abiertos, pero con una reacción tardía a la búsqueda de soluciones a la solvencia de las entidades más dañadas, manejando un discurso imprudente de que el tiempo lo cura todo, cuando en este caso solo lo daña todo. Quizás su salida, pese a la inconveniencia, acelere una recomposición del papel de la institución de cara a la reforma financiera no concluida. Pero lo que sí debe recomponerse de forma obligada es el consenso político en el Banco de España, pues por la naturaleza y el carácter de sus funciones, debe estar siempre aislada del arrebato político.

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