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Columna
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Puede que Deutsche no logre escaparse

Deutsche Bank está en apuros. El banco alemán necesita unos 9.000 millones de euros de capital para pasar la última prueba de estrés europea, según fuentes de la entidad. El Gobierno alemán podría poner el dinero. Pero con una capitalización bursátil de 26.000 millones, el apoyo estatal convertiría a Berlín en el propietario de más de una cuarta parte del banco -abriendo la vía a que los políticos interfieran en bonificaciones, dividendos y préstamos-.

Así que no es sorprendente que Josef Ackermann, presidente ejecutivo saliente de Deutsche, diga que el banco hará todo lo posible para evitarlo. Aunque si la entidad debe reunir dinero, sus opciones de hacerlo de forma privada son limitadas. La ansiedad de los mercados hace poco probable que los accionistas apoyen una gran ampliación de capital.

Una opción sería copiar el modelo en tres fases de Barclays -vender negocios, capital de fondos soberanos de inversión y reducir dividendos-. El banco británico evitó una recapitalización gubernamental en 2008 gracias a los 7.000 millones de libras de los inversores de Oriente Próximo. Suspendió también el pago de dividendos durante un año y vendió BGI, su división de gestión de fondos, por 13.500 millones de dólares.

Deutsche podría deshacerse de DWS, su gestor de activos minoristas. Con una perspectiva conservadora, su venta podría generar hasta 2.600 millones. Ackermann podría intentar aprovechar también los fondos soberanos de Oriente Próximo. En mayo, Deutsche obtuvo la aprobación para una emisión sin dar a los accionistas existentes acciones con derecho a suscripción. Colocar los 90 millones de acciones en cuestión con un descuento del 5% al precio actual podría aportar alrededor de 2.400 millones. Arañar dos años en el pago de dividendos ahorraría otros 1.400 millones. Pero incluso haciendo todo eso, faltarían aún 2.600 millones para cumplir con el objetivo de capital. El banco podría aumentar su ratio disminuyendo sus activos ponderados por riesgo. Pero Deutsche ya tiene ambiciosos planes de reducir sus RWA en 90.000 millones de euros en los próximos dos años.

Un mayor recorte podría afectar al crédito, dañando el ya anémico crecimiento económico. Ackermann espera que este miedo haga que los políticos lo reconsideren, ya que carece de muchas más opciones.

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