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Columna
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El problema de UBS

UBS examina su convulso pasado. Pero en vez de actuar para limpiar su banca de inversiones y sus negocios de gestión de patrimonios, los inversores han estado tirando las acciones. Su preocupación es comprensible, pero quizás exagerada.

El grupo tiene dos grandes problemas. El primero es que la reestructuración ha dejado unos débiles cimientos sobre los que construir. El presidente, Peter Kurer, y el director ejecutivo, Marcel Rohner, están con razón empequeñeciendo el banco de inversiones de UBS hasta devolverlo a sus tradicionales capacidades de renta variable y de asesoramiento tras una temeraria incursión en la renta fija. También tienen que recuperar los activos de clientes ricos que volaron por miedo a que el dañado banco de inversiones se cargase UBS.

Pero el grupo se enfrenta a un problema más fundamental con la gestión de patrimonios, la piedra angular del negocio. El caro acuerdo al que se llegó la semana pasada con las autoridades impositivas de EE UU pretendía cerrar una incesante investigación sobre actividades bancarias en paraísos fiscales. Pero las continuas investigaciones de EE UU y las presiones de la UE han hecho aflorar dudas acerca del futuro del secreto bancario suizo y, de paso, sobre el de su industria bancaria privada. El problema ahora es que la mayoría de los beneficios generados históricamente por UBS en gestión de patrimonios se hayan derivado de actividades que no soportarían el escrutinio mundial.

¿Qué significa esto para los negocios de UBS? Puede que 2004 sea un buen punto de partida -antes de que UBS cometiese sus peores errores en el mercado de las hipotecas subprime-. El grupo obtuvo entonces unos beneficios antes de impuestos de 11.000 millones de francos suizos, incluyendo aproximadamente 4.000 millones de gestión de patrimonios y 4.500 de bancos de inversiones. Su valor contable fue de 35.000 millones, como hoy. Asumamos que UBS sólo puede generar dos tercios de los ingresos que obtuvo en 2004, dadas las nuevas limitaciones a sus dos negocios principales. Eso implicaría un beneficio neto de unos 5.000 millones de francos suizos, y un retorno del 15% de la renta variable. Es menos que su mejor resultado, pero continúa siendo un negocio.

Pero Rohner, que llevó la gestión de patrimonios de 2002 a 2007, no ha explicado cómo devolvería a UBS tales niveles de actuación. Los mercados están fijando los precios en un escenario desastroso. Kurer y Rohner necesitan articular claramente, y rápido, los que UBS puede conseguir realmente.

Por Christopher Hughes

Todo sobre Yves

El arte supera a la realidad, al menos por un instante. Los compradores desembolsaron 264 millones de dólares el lunes por piezas impresionistas y modernas propiedad de Yves Saint Laurent y su socio Pierre Bergé. Se pagaron precios récord por Matisse, Brancusi, Mondrian y otros artistas. El éxito de la noche contrasta con las decepcionantes subastas de hace unas semanas y animó las expectativas para otros cinco lotes propiedad del diseñador en esta misma semana. Pero es poco probable que el acontecimiento marque cambie el mercado de arte.El impresionante desarrollo de la subasta fue afianzado por una serie de factores extraordinarios. Primero, el entorno: para que la subasta se quedase en París, el presidente Nicolás Sarkozy cedió el glamuroso Grand Palais para la ocasión. Segundo, el cache de Yves Saint Laurent, cuyo gusto artístico estaba contrastado. Uno de los Mondrian vendidos le inspiró para una de sus más famosas colecciones. Y, por último, estaba el sello de Christie?s. Bergé posee su propia casa de subastas, pero acudió a la firma para elevar el nivel.Finalmente, Oriente Medio añadió un sostén escalofriante. La calidad y rareza de la colección despertó el interés en Abu Dhabi y Qatar, que están acaparando maestros para sus museos en pleno desierto. Los compradores que representaban a estos países hicieron ofertas públicas por la totalidad de la colección. Se dijo que Bergé nunca contempló realizar semejante venta. Sin embargo, se daba por hecho que algunas piezas acabarían en el Golfo Pérsico.Con la riqueza menguando, muchas de las mayores fortunas del planeta son en estos días vendedores más que compradores de arte, por lo que sería una locura sentirse exultante por las implicaciones de la subasta. Christie?s quizá ha exagerado al tildar el evento como la subasta del siglo aunque haya sido la venta de la década. Que unos pocos billonarios busquen hacer dinero con las obras de un coleccionista singular en un entorno privilegiado no significa que el mercado de arte haya dejado atrás la crisis.Por Jeffrey Goldfarb

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