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Columna
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El plan griego no saldría gratis

Grecia quiere retrasar sus planes de austeridad, pero sus acreedores no le darán más dinero. Sin embargo, el Gobierno parece tener un astuto plan que le permitiría repartir los recortes de presupuesto en cuatro años, en lugar de en dos, y permitir a los Ejecutivos de la eurozona saltarse la aprobación parlamentaria. También dejaría que el FMI pagara la cuenta.

El Gobierno griego no ha pedido nada todavía, pero está tanteando la situación para una extensión por dos años de su programa de austeridad. El coste se ha estimado en un máximo de 50.000 millones de euros, pero Grecia parece pensar que solo serían 20.000. La cantidad final depende de cuánto impulsará el crecimiento el reparto de la austeridad, y si ello permitirá al Gobierno vender sus activos de forma más rápida. La idea se basa en la emisión de bonos del Tesoro griego a corto plazo, en lugar de canjearlos como estaba planeado. También implicaría que el FMI adelante algunos fondos comprometidos para 2015, y retrasar las devoluciones que debían empezar en 2016. Estas ideas no son tan gratuitas como el Ejecutivo griego parece pensar. Ambas cosas podrían significar un incremento de la cantidad de deuda que no puede ser perdonada en una reestructuración, implicando pérdidas más pronunciadas para otros acreedores.

Para el primer ministro, Antonis Samaras, asegurar los dos años extra sería un golpe de efecto en Gracia, pero no está claro que los socios griegos lo compartan. Al menos reduciría las probabilidades de que Grecia colapse a corto plazo, y de que los acreedores sufran más pérdidas.

Una adecuada reestructuración de la deuda griega sería más sensata, pese a que los líderes europeos y sus electores pueden no estar preparados aún para ello. Si la galopante deuda griega o el FMI fuerzan a la eurozona a asumir pérdidas, pueden empezar haciendo una quita a los bonos en posesión del BCE, o renunciar a algunos pagos de los intereses de sus préstamos a Grecia. En cualquier caso, el plan de Samaras no será gratuito para nadie.

Por Neil Unmack.

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