_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El plan franco-alemán: hoja de ruta para Europa

Los mercados y los especuladores no se toman vacaciones. Muchos líderes políticos europeos han tenido que interrumpir las suyas a raíz de la agudización de la crisis de la eurozona. Los mercados volvieron a la carga después de que Italia aprobara un paquete de ajuste que aplaza las medidas más duras hasta 2013 y que se extendieran rumores sobre una mayor exposición de los bancos franceses a Grecia. Tras alcanzar un máximo histórico, la prima de riesgo de los bonos italianos se ha estabilizado, y las tres agencias de calificación de riesgo han confirmado la máxima nota (AAA) de Francia.

Pero prosigue la pugna entre los gobiernos, que intentan ganar tiempo con remedios parciales, y los mercados financieros, que continuarán especulando contra la deuda de los países más endeudados hasta que se ponga sobre la mesa un plan realista que reduzca sustancialmente los déficits y solucione los problemas estructurales de dichas economías. La actuación de los especuladores es inmoral. Pero mientras sea legal, Europa necesita una respuesta coordinada y ambiciosa de su clase política.

El presidente Sarkozy y la canciller Merkel por fin han tomado las riendas de la situación. La cumbre extraordinaria que celebraron el pasado martes había generado grandes expectativas. La reacción inmediata fue de cierta decepción. Ya estamos acostumbrados al pesimismo de los que creen en fórmulas mágicas para salir de la crisis. Sin embargo, un análisis de los resultados de la cumbre permite albergar la esperanza de que el plan diseñado por París y Berlín no solamente contribuya a superar la crisis, sino que además fomente una mayor integración económica de la eurozona y de la Unión Europea.

La decepción, especialmente entre los países acosados por los mercados, se debe al rechazo del eje franco-alemán a los eurobonos. Además de no contar con el apoyo de su gobierno de coalición y de la opinión pública alemana, Merkel acierta al afirmar que no hay panaceas -los eurobonos- que resuelvan la crisis a corto plazo. Teniendo en cuenta la aportación de los países con finanzas saneadas a los rescates, pedirles que paguen unos tipos de interés mucho mayores para emitir una deuda conjunta de la eurozona no es realista. Es mejor mantener los eurobonos como último recurso y plantearse nuevamente su creación si la eurozona profundiza en la armonización fiscal.

Algunas de las propuestas que surgieron de la cumbre de París no son nuevas. Sarkozy consiguió el beneplácito alemán a una idea que ya planteó en el pasado: la convocatoria de reuniones semestrales de un consejo económico de la eurozona que encabezará Herman Van Rompuy, presidente del Consejo. Tampoco es nueva la idea de suspender los fondos estructurales y de cohesión de los estados cuyo déficit público supere el 3% del PIB. Y la inclusión en las constituciones de los estados miembros del objetivo de equilibrio presupuestario requerirá mucho tiempo y voluntad política.

Pero Sarkozy y Merkel apostaron por medidas más ambiciosas: la armonización en la base y progresiva igualación del impuesto de sociedades y la implantación de una tasa que grave las transacciones financieras.

La Unión Económica y Monetaria debería haberse acompañado de una armonización de la política fiscal. De lo contrario, está destinada al fracaso. Los ciudadanos abren cuentas bancarias en los estados con menores (o inexistentes) tasas de IRPF, sustrayendo ingresos a las haciendas de los que tienen unas tasas más elevadas. Lo mismo sucede con el impuesto sobre sociedades. Irlanda y la mayoría de los estados de Europa oriental se niegan a equiparar su reducido impuesto sobre sociedades al de Francia y Alemania.

La oposición a la tasa sobre las transacciones financieras procede especialmente del Reino Unido, temeroso de que nuevas cargas provoquen la deslocalización de bancos que operan en Londres a otras jurisdicciones.

La gran virtud de la propuesta franco-alemana es su vinculación a las negociaciones que se producen cada siete años para fijar el marco presupuestario de la UE. Asimismo, su equilibrio entre incentivos y sanciones podría animar a los Estados euroescépticos que no desean avanzar más allá de un mercado común a replantearse su posición. La posibilidad de perder los fondos estructurales obligará a los países con excesivos déficits a sanear sus cuentas y aceptar el equilibrio presupuestario. El Reino Unido podría aceptar la tasa sobre las transacciones financieras a cambio de una reducción en las subvenciones agrícolas. E Irlanda y los países del este deberán elevar su impuesto de sociedades si quieren seguir recibiendo ayuda financiera e incorporarse a la eurozona, respectivamente.

Las turbulencias bursátiles continuarán, especialmente si los datos siguen confirmando el estancamiento económico en EE UU y Europa. Pero Sarkozy y Merkel han diseñando la estructura de un gran acuerdo europeo que con voluntad política y sacrificio podría relanzar el proyecto de integración europea.

Alexandre Muns. Profesor de Integración Europea Escola Superior de Comerç Internacional Universitat Pompeu Fabra

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_