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Tribuna
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La pelota, en el tejado de Mariano Rajoy

Ninguna de las reuniones del consejo de gobierno del Banco Central Europeo celebradas hasta ahora había levantado tanta expectación como la de ayer. Y ello, no por las posibles decisiones de pura política monetaria, que siempre tienen su interés, sino por actuaciones que son mucho más difíciles de adoptar y de aplicar, bien porque requieren interpretaciones valientes de los estatutos del BCE o porque deben vencer duras resistencias en los países del Norte, léase Alemania y sus satélites. Me refiero, claro está, al grado y a los términos en los que el BCE puede y/o debe comprar deuda soberana de los países más afectados por los ataques de los mercados.

El germen de esta inusitada expectación está en la declaración que Mario Draghi hizo en la rueda de prensa que siguió al consejo de gobierno del BCE del pasado 2 de agosto. Allí se comprometió a hacer todo lo necesario para salvar el euro, incluyendo compras de deuda en el mercado secundario, siempre que los Gobiernos de los países afectados soliciten previamente ayuda a los fondos de rescate europeos. Esa declaración introdujo la calma en los mercados, y relajó las primas de riesgo de España y de Italia, durante el mes de agosto. El hecho de que el BCE dejara los detalles de su potencial intervención para más adelante fue utilizado, en varias instancias, por el presidente del Gobierno español para justificar su indecisión acerca de si debía solicitar un segundo rescate para la economía española y cuándo hacerlo.

En la reunión de ayer, Draghi se ratificó en los mensajes vertidos en sus últimos discursos y comparecencias frente a la prensa: a) El BCE podrá comprar en el mercado secundario todas las cantidades de deuda soberana, española e italiana, que sean necesarias para situar los diferenciales de tipos de interés en unos niveles razonables. Al estar limitadas al mercado secundario, las compras no supondrán una financiación directa a los Estados. b) Las compras se concentrarán en bonos de vencimientos entre uno y tres años, con objeto de que el alivio que ocasionan en las primas de riesgo sea temporal. Un detalle importantísimo es que para que el BCE compre deuda soberana es indispensable que el Gobierno del país implicado solicite previamente ayuda a un fondo de rescate europeo, con las consiguientes exigencias y ajustes que ello implica. c) El BCE renuncia a la condición de acreedor preferente, a efectos de que los inversores privados sean más propensos a comprar deuda soberana, o a mantenerla en sus carteras. d) El banco emisor europeo esterilizará sus compras, o sea, realizará operaciones complementarias para que la masa monetaria no sufra variaciones. e) Además, ha relajado las normas sobre los avales y costes (tipo de descuento) exigidos a los bancos cuando solicitan préstamos en su ventanilla. Finalmente, el BCE no ha modificado el tipo de interés de intervención, dejándolo en 0,75%.

En realidad, pues, esta vez el BCE no ha adoptado acciones de política monetaria en sentido estricto o directo, aunque en el fondo la compra de bonos en el mercado secundario tiene una implicación monetaria muy importante, cual es facilitar la transmisión de los impulsos de la política monetaria al mundo real. Un aspecto interesante es que la no variación del tipo de interés cuadra bien con las operaciones de esterilización, pues hubiera sido muy difícil decretar una disminución del tipo de interés (que muchos analistas esperaban) cuando, al mismo tiempo, se impide que crezca la masa monetaria.

En definitiva, Draghi ha sabido nadar bien entre dos aguas, las del mar del Norte y las del mar Mediterráneo. Para complacer a los dirigentes del Norte, ha evitado reducir su tipo de interés de referencia, y no permitirá que aumente la masa monetaria; de esa manera el sacrosanto objetivo de estabilidad de precios estará bien preservado. Para disgustar menos a los dirigentes del Sur, el BCE no ha puesto límites a las compras de bonos en el mercado secundario y ha contemplado una relajación de las garantías más acentuada en los préstamos de los bancos de los países de la periferia. Pero, claro está, con la condición de que los Gobiernos de estos países pasen antes por la taquilla de firmar nuevos memorandos de entendimiento que, sin duda, serán mucho más duros y exigentes -y por consiguiente, más humillantes-. En cualquier caso, no hay duda de que la solicitud de rescate, total o parcial, de la economía española es una pelota que ahora está en el tejado de Mariano Rajoy.

José García Solanes. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Murcia

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