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Columna
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El paciente alemán

El paciente alemán está estable. La respetada encuesta del IFO sobre la confianza empresarial ha sido la más optimista en casi un año. Sin embargo, el 0,3% de crecimiento del PIB registrado en el segundo trimestre sólo ha sido un reflejo de una caída de las importaciones que superó a la de las exportaciones. El resurgimiento alemán parece fuera de duda, pero no puede descartarse una recaída. El PIB es un 7,1% menor que hace un año. El desplome del comercio mundial ha hecho mella en un país que se apoya en el consumo exterior para alimentar su crecimiento. Aún así, Alemania ha recibido ayuda de sus vecinos. El Reino Unido estableció un programa de renovación de coches viejos que favoreció a los fabricantes alemanes.

Tales incentivos no durarán siempre. Hasta ahora, el Gobierno ha ayudado a retrasar el proceso de adaptación al debilitamiento de la demanda mundial. El aumento del paro ha sido mínimo gracias a los incentivos.

Después de dos paquetes de estímulo fiscal se ha pasado de un superávit de 7.000 millones de euros en la primera mitad de 2008 a un déficit de 17.300 millones este año.

Una tasa anualizada del 3% del PIB sigue siendo una cantidad pequeña comparado con el derroche de EE UU o el Reino Unido. Pero con un euro fuerte, una caída de la demanda mundial y los gobiernos agotando sus posibilidades de estímulo, la recuperación sólida de las exportaciones no está tan clara. El resultado más probable es un aumento del déficit, del paro y una caída de la demanda interna.

Los economistas discuten si la inmigración sería la solución ante la cautelosa actitud de la envejecida población. Pero ese es un tema que ningún político alemán tratará, ni siquiera tras las elecciones de septiembre.

Por Ian Campbell.

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