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Columna
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El nuevo dividendo de Google

Google no es ajena a la mala gobernanza corporativa. Se salió de la tendencia de Silicon Valley cuando estableció acciones con privilegios en las votaciones en su debut en los mercados en 2004. Larry Page, Sergey Brin y Eric Schmidt ahora controlan el 66% de los votos sin llegar a un cuarto de todas las acciones. Pero los tres han visto cómo los recién llegados Zynga y Facebook les han adelantado en la carrera por el último puesto en gobernanza. Por ello los fundadores de Google han vuelto a la pista añadiendo una tercera clase de acciones. Algo que solo afianzará a los que ya están y permitirá futuros abusos sobre los accionistas minoritarios.

Bajo esta propuesta todos los accionistas recibirán un dividendo en acciones sin voto, lo que equivale a una división de acciones, mientras que las proporciones de voto se mantienen. Todas las retribuciones en acciones a empleados se esperan que sean en acciones sin voto. Page y Brin argumentan que le ha ido bien a la compañía separando el control del voto del interés económico, dándoles la libertad de hacer apuestas a largo plazo como el sistema operativo Android y el explorador Chrome sin tener presentes constantemente los resultados trimestrales.

Sin embargo, hay pocas razones para dividir una acción, además de la estética. Los inversores suelen proporcionar a los grandes gerentes de cualquier compañía una importante libertad de acción. Steve Jobs, por ejemplo, podía ejercer poderes dictatoriales en Apple con una pequeña parte de votos. Google necesitaría emitir más de 300 millones de acciones comunes para que los votos conjuntos de Page, Brin y Schmidt cayesen por debajo del 50%. Si Google no divide sus acciones, es suficiente para décadas de entregas de acciones a empleados. Pero este cambio permite unos efectos más perniciosos. Las acciones sin voto permitirán a Google comprar rivales o emitir acciones a los empleados sin diluir el control de los dueños. Los intereses de los fundadores pueden divergir de los de los minoritarios. Google no quiere ser el diablo, pero esta acción les permite serlo a sus fundadores.

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