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Columna
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La necesaria benevolencia del BCE

La ayuda de la zona euro a los bancos con activos tóxicos no puede convertirse en un café para todos. El Banco Central Europeo parece dispuesto a proporcionar financiación a largo plazo a las estranguladas entidades crediticias en los Estados periféricos. æpermil;sta sería la decisión correcta. Pero el BCE tiene que asegurarse de que no abusen de su generosidad.

Ampliar este soporte para los bancos con problemas no sería tarea del BCE. Su objetivo central es la política monetaria, y sus operaciones de liquidez están ahí para ayudarle a controlar las tasas de interés a corto plazo. Pero el BCE está proporcionando unos 550.000 millones de euros de liquidez a los bancos de la zona euro, según los cálculos de Deutsche Bank. Algunas entidades crediticias de los Estados periféricos, que están aislados de los mercados de capitales, son casi totalmente dependientes del BCE para la financiación mayorista.

El BCE quiere normalizar sus operaciones de liquidez. Pero si cerrara el grifo empeoraría la crisis en Estados como Irlanda. Los seis bancos irlandeses han pedido prestado 85.000 millones de euros al Banco Central Europeo y, además, han recibido más de 50.000 millones del fondo de Asistencia de Liquidez de Emergencia (ELA en sus siglas en inglés) del Banco Central de Irlanda. Abandonarlos en el corto plazo exigiría a los bancos irlandeses reducir sus balances, deprimir aún más la economía y forzar a las entidades crediticias a liquidar por muy poco sus activos malos. En este escenario, incluso los 35.000 millones de euros destinados a la recapitalización de las entidades irlandesas en el rescate de noviembre podría no ser suficiente.

Dar seguridad a los bancos a largo plazo les ayuda a disminuir su deuda más lentamente. Sin embargo, el peligro viene por un posible retraso en su vital reestructuración mientras se benefician de una financiación barata. Si esto se prolonga indefinidamente, la credibilidad del BCE se verá gravemente afectada. Por ello, el BCE tiene que ser duro. En sustitución del ELA, se debe cobrar a los bancos irlandeses una elevada tasa y demandar recortes en los activos que publican como garantía. Además, se debe exigir a los bancos que consideren el uso excesivo de sus operaciones de liquidez para recaudar fondos en el mercados.

Los halcones del BCE aún perciben que este es demasiado blando. Pero en la medida en que quiera evitar que se desencadene una nueva crisis bancaria, ésta parece la opción menos mala.

Por George Hay

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