_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

De momento, una ocasión perdida

A falta de mayores concreciones, el proyecto de presupuestos no parece ajustarse a las necesidades de la actual coyuntura económica. En tiempos de crisis, los presupuestos no deberían ser sólo un ejercicio de administración sino también un instrumento de reactivación económica. No se trata de invocar políticas keynesianas, pero la recesión que se percibe ha de combatirse también, por ejemplo, con una mayor inversión del sector público y con un amplio paquete de medidas que impulsen la economía. Y no parece ser éste el caso. Muy al contrario, los presupuestos se caracterizan por una austeridad mal entendida, por un crecimiento en el gasto social por debajo de la inflación -especialmente corto en materia de educación- y por una inversión pública que sólo crece en términos nominales pero que apenas cubre las previsiones inflacionistas.

Si a ello añadimos una mayor presión fiscal por no deflactar la escala del IRPF y la negativa a usar la política fiscal como medida para estimular la economía, los presupuestos aparecen no ya como una oportunidad perdida, sino como un error que amplifica aún más los efectos de la crisis económica actual.

Existe un segundo error no menos importante: la supuesta austeridad de los presupuestos se traslada alegremente a la financiación autonómica y, en especial, a la financiación de Cataluña. Por parte alguna de los presupuestos se vislumbra la intención de cumplir con el vigente Estatuto de Autonomía catalán. Y este incumplimiento, gravísimo ya por sí mismo, resulta absolutamente inmoral en las actuales circunstancias, puesto que magnifica aún más y sin justificación alguna el estrangulamiento de la economía catalana. No se trata de ningún tipo de victimismo, sino de destacar la doble injusticia de mantener una financiación inicua en tiempos de crisis. Una injusticia que nos impide apoyar cualquier presupuesto que no la resuelva.

Afortunadamente, los presupuestos se hallan en su etapa inicial, susceptibles aún de muchas modificaciones. Desde Convergència i Unió entendemos que urge un amplio consenso en la tramitación y aprobación de la ley más importante que pueda existir hoy día. Fue CiU quien presentó una moción, aprobada por todos los partidos, según la cual el Gobierno debía presentar un amplio plan anticrisis junto con los presupuestos actuales. No ha sido el caso o, como mínimo, las débiles iniciativas gubernamentales no alcanzan a configurar un plan riguroso y susceptible de impulsar la economía. Pero fue un primer paso para acercar posiciones y para evidenciar la necesidad de unos presupuestos correctamente elaborados, no como un trámite sino como la mejor respuesta por parte de las instituciones a los problemas actuales.

Los presupuestos de 2009 no serán juzgados por su capacidad de contener el gasto o de generar superávit, puesto que no son las necesidades del momento. Su acierto o fracaso se medirá por su capacidad para generar confianza y reactivar la economía, e incluso por su capacidad para evitar injusticias y corregir la inmoralidad como las antes expuestas. Y bajo esos parámetros, hoy por hoy, los presupuestos no sirven. Esperemos del Gobierno el necesario propósito de enmienda.

Josep Sánchez Llibre. Portavoz de Economía de CiU en el Congreso

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_