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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dos mercados para las empresas españolas

Las grandes empresas españolas cotizadas computaron en los nueve primeros meses del año un beneficio neto de 39.000 millones de euros, un techo desconocido para los tres primeros trimestres del año, con un avance del 18% sobre el mismo periodo del año anterior. Aunque los beneficios de las sociedades cotizadas están impulsados fundamentalmente por el aumento de sus ventas, que crecieron más del 14% a septiembre, están en parte sesgados al alza por el resultado extraordinario que registra Telefónica. La operadora avanza un 65% por la puesta en valor de su adquisición de la brasileña Vivo, aunque se trate sólo de una actualización contable de su participación en la empresa que compartía con Portugal Telecom.

En todo caso, los crecientes números negros de las sociedades que componen el índice selectivo de la Bolsa desafían el desempeño de la propia actividad económica en España. En una economía que ha alternado trimestres de avance de la actividad con otros de estancamiento, tal como ayer admitió oficialmente el Instituto Nacional de Estadística, y en la que los meses de verano han frenado bruscamente el marchamo del primer semestre, las empresas han soportado estoicamente la pasividad de la demanda y han hecho valer su posición en los mercados exteriores por los que han apostado. Cada trimestre que pasa el peso específico del negocio fuera de España es mayor para las 35 empresas que componen el índice Ibex, ya que prácticamente todas ellas se han anticipado a un escenario de crisis en el mercado doméstico redoblando sus inversiones fuera.

Hoy hay dos mercados claramente diferenciados para los gestores empresariales, y casi todos ellos reconocen un estancamiento, cuando no una notable bajada de sus resultados, en España. De hecho, una de cada tres empresas, las que tienen mayor presencia en España que fuera, ha reducido su beneficio; entre ellas están fundamentalmente los bancos, que, empujados tanto por las crecientes exigencias regulatorias y como por la caída del negocio, no han podido registrar otra cosa que descensos en sus beneficios. Cierto es, en todo caso, que salvo las entidades medianas, los dos grandes gigantes financieros reservan cada vez menos espacio a sus resultados en España.

Además, desde que se inició la publicación de los resultados de las grandes compañías, y pese a que la expectativa era muy positiva tanto en España como en Europa y en Estados Unidos (no digamos ya nada en los mercados emergentes) han experimentado un sorprendente castigo en sus cotizaciones bursátiles, con un ajuste medio del 10%, que tiene un correlato poco explicable con los fundamentales de las empresas. Llama además la atención que este ajuste en los precios de las acciones se ha cebado sólo en España y otros países periféricos europeos, como consecuencia directa del castigo de los inversores globales a la deuda de los países con peor desempeño fiscal de la Unión Europea. Mientras mercados como el alemán o el norteamericano han marcado cotas que no registraban desde antes del derrumbe de Lehman Brothers, fruto tanto de las cuentas vigorosas de las empresas como de una consolidación de ciertos niveles de recuperación económica, el español, junto con otros como el irlandés, o el portugués, han experimentado un retroceso poco justificable en términos de fundamentales corporativos.

æscaron;nicamente el traslado de la prima de riesgo creciente del Reino de España, que ayer marcó máximo anual, a las empresas con altos niveles de endeudamiento y a las entidades financieras en general explica el castigo a unas sociedades cuyos gestores han obtenido excelentes acreditaciones en las cuentas de resultados. Pero invertir tal circunstancia no está al alcance de la mano de las empresas. Son los Gobiernos de los países afectados, el español entre ellos, los que tienen que hacer un sobreesfuerzo para devolver la confianza en la economía. No es nuevo que España no tiene un problema de deuda, puesto que acumula porcentajes sobre PIB mucho más asequibles que Irlanda o Grecia. Pero tampoco es nuevo que sí tiene un problema de crecimiento, y que se traslada a la deuda y a la financiación de las empresas, y que sólo se despejará con convincentes reformas de los mercados internos para acelerar la recuperación y darle la máxima solidez.

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