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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El mercado doméstico lastra la gran banca

Las grandes entidades financieras españolas, a excepción de Caja Madrid-Bankia, que dará a conocer sus cuentas la semana que viene, han presentado sus resultados del primer trimestre en un entorno que continúa fuertemente marcado por la adversidad del escenario económico. Pese a que todas han ganado menos que durante el mismo periodo del año anterior, tanto Santander como BBVA, La Caixa, Popular, Sabadell, Bankinter y Banesto han demostrado su capacidad para capear el temporal y hacer sus deberes con rigor y severidad. La prudencia, pilar básico de la banca, se ha convertido así en una de las claves que explican estos resultados. La férrea política de provisiones que han mantenido las entidades en los últimos ejercicios ha incidido directamente en la caída de beneficios. Santander, por ejemplo, ha elevado su partida de provisiones casi un 35% respecto al mismo periodo del año anterior.

Las siete entidades que han presentado resultados mantienen tono en su musculatura. Todas ellas cuentan con una tasa de morosidad por debajo de la media española -situada en el 6,36%- y todas cumplen de sobra con las exigencias de solvencia sobre el capital principal. El crecimiento de las comisiones, que se ha convertido en el salvavidas para el margen de intereses de buena parte de la banca, y el proceso de desapalancamiento -concentrado fundamentalmente en el negocio en España, donde la sequía de crédito continúa- son los otros dos factores que explican, en conjunto, las cuentas de este primer trimestre. Con el desglose del negocio en la mano, la conclusión que salta a la vista es que, hoy por hoy, el mercado doméstico se ha convertido en el lastre que desluce los resultados de la gran banca española, cuyo positivo comportamiento en los mercados internacionales en que tiene presencia contrasta fuertemente con la atonía que caracteriza en estos momentos el negocio en España.

Pese a que las entidades confían en una tímida mejora para los próximos meses, las dudas siguen empañando el horizonte y todo parece apuntar a que este año -como ya ocurrió en el anterior- el mercado español continuará anclado en el estancamiento y el pesimismo. El consejero delegado de BBVA, Ángel Cano, advertía ayer durante la presentación de resultados que el crédito descenderá este año en España en un 5%. En estrecha sintonía con los mensajes lanzados en los últimos días desde Banco Santander y Popular, Cano insistió en que es necesario persistir en el desapalancamiento y aseveró que hasta 2012 no comenzarán a observarse los primeros brotes verdes tanto en el mercado de trabajo como en el de crédito. En realidad, y como no puede ser de otra manera, la hoja de ruta que siguen las entidades en materia de concesión de crédito no es otra que la obligada por la actual coyuntura económica y la dictada por el propio Banco de España para recuperar la confianza de los mercados en el sistema financiero español.

En ese escenario, la elevación de las comisiones y de los tipos de interés de los créditos, amén de una estricta política de selección de la demanda -muy escasa tanto en cantidad como en calidad- son las únicas herramientas de que dispone la banca para gestionar el negocio en España.

El gran riesgo que supone una sequía prolongada del mercado de concesión de crédito es una prolongación agónica del estancamiento que padece la economía española. Un estancamiento que, a su vez, dificulta y ralentiza extraordinariamente el proceso de fortalecimiento de la solvencia del sistema financiero en una suerte de pernicioso bucle crónico que se retroalimenta a sí mismo. En esta coyuntura, es tarea del Gobierno la búsqueda de fórmulas alternativas para estimular el crecimiento como vía para salir de la espiral crítica en que se halla sumida la economía española. No parece razonable exigir a la banca sanear los balances, reforzar la solvencia y al mismo tiempo abrir generosamente el grifo del crédito en un mercado con casi cinco millones de parados y en el que la destrucción de empleo y de tejido productivo aún no ha llegado a su fin. Las entidades financieras están haciendo su parte del trabajo; es hora de que el Ejecutivo profundice en la suya.

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