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Columna
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Una llamada a la prudencia desde Tailandia

José Carlos Díez

La Bolsa de Tailandia ha acumulado una rentabilidad del 200% en el último lustro. Es sólo un ejemplo de la pujanza de la economía del país, que acaba de sufrir un golpe de Estado. El autor sostiene que el caso del país asiático debe ser un aviso sobre la larga serie de incógnitas que laten en otras economías emergentes

Parece increíble. Un país cuyo PIB crece un 5%, con una inflación inferior al 4% y que en los últimos 20 años ha conseguido multiplicar por cuatro su renta per cápita, hasta situarla próxima a 9.000 dólares, está sufriendo un golpe de Estado con la excusa de siempre: restaurar el orden público, acabar con la corrupción y defender la soberanía nacional, supuestamente amenazada.

Tailandia es uno de los países con los que se divierten los bancos de inversión haciendo proyecciones a 50 años vista y estimando cuál será el PIB, el parque automovilístico, el número de teléfonos móviles por cada 1.000 habitantes, el consumo de gasolina, etcétera. Como sus cálculos anticipan un escenario muy favorable llegan a la conclusión de que invertir en Bolsa en ese país es una excelente oportunidad y consiguen un clima de opinión favorable para que numerosos inversores depositen sus ahorros allí.

Esto ayuda a explicar que la Bolsa tailandesa acumule una rentabilidad próxima al 200% en dólares en el último lustro. También recomiendan invertir en materias primas, ya que nos encontramos ante un cambio estructural de demanda que llevará a la inevitable escasez de las mismas.

Los economistas hemos desarrollado técnicas que nos permiten predecir con un margen de error, pero éste aumenta exponencialmente cuando ampliamos el periodo elegido. Por esa razón, solemos dar un intervalo de confianza para nuestras predicciones. Si los bancos de inversión presentasen un intervalo de confianza para sus proyecciones del año 2050 sería tan amplio que podría incluir la posibilidad de que un golpe de Estado pusiese en riesgo el milagro económico que se ha producido en Tailandia en las dos últimas décadas.

Además del milagro económico, también podían contar que Tailandia es un país extremadamente complejo. Que el presidente electo, Thaksin Shinawatra, era un descastado, un policía que hizo fortuna y que, sospechosamente, montó un imperio empresarial y la mayor empresa de telecomunicaciones del país. Nacido en el norte, la zona más pobre y de la que se nutren las mafias de trata de niñas que acaban prostituyéndose en Bangkok, pertenece a la raza Karen, etnia minoritaria procedente del sur de China, y nunca fue aceptado por las familias tradicionales, que son extremadamente conservadoras. Sin embargo, en 2001 se encontró un país desolado por la crisis de 1997 y ha conseguido recuperar la confianza de sus ciudadanos y retomar la senda de fuerte crecimiento. Ahora es acusado de corrupción, los independentistas islámicos del sur desestabilizan el país, la sociedad está dividida y el pasado abril ganó unas elecciones que fueron boicoteadas por todos los partidos de la oposición y anuladas por el tribunal supremo.

El caso Tailandés nos debe hacer reflexionar: la economía, al igual que el resto de la naturaleza, tiende al desorden y al caos. Se puede cuidar un jardín durante siglos, pero si dejas de regarlo un mes se echará a perder. El desarrollo económico es igual de frágil y no sólo en Tailandia. Hablamos de China como un país, pero es un conglomerado de razas en el que se hablan más de 1.000 dialectos diferentes. El Partido Comunista maneja el país con mano firme, pero ¿hasta cuándo? Y, cuando algún hecho desestabilice el país, ¿estarán los inversores sobreinvertidos allí? ¿Es estable el sistema de castas en India? ¿Conseguirá el Peje, López Obrador, el poder en México? ¿Seguirá perteneciendo Lula al Partido de los Trabajadores, fundador del foro antiglobalización de Porto Alegre? ¿Gestionará Putin con éxito los flujos migratorios del campo a la ciudad en Rusia? ¿Dimitirá el primer ministro húngaro y asumirán el ajuste fiscal necesario que llevará a una posible recesión? ¿Qué sucederá en Polonia con un Gobierno nacionalista y antieuropeo?

Por supuesto que hay que invertir en mercados emergentes, pero con sentido común. El premio Nobel Harry Markowitz desarrolló la teoría de la diversificación que viene a decir no metas todos los huevos en la misma cesta. Pero el caso de Tailandia nos dice que también es importante la calidad del mimbre y saber cuantos huevos caben en cada cesta.

El futuro de Tailandia está en manos de su rey. La familia real tailandesa es descendiente de Buda y es considerada por sus ciudadanos como una divinidad. Esperemos que el rey no cometa el error de Alfonso XIII y legitime a los golpistas. Dentro de varios años los militares no habrán resuelto ningún problema y la entropía será mayor. Esperemos que tome la sabia decisión de nuestro actual monarca en 1981. Si fuese así, la crisis tardará algunos meses en resolverse y la economía volverá a crecer. En caso contrario, la Bolsa caerá con fuerza y algunos se acordaran de Markowitz, aunque ya será tarde.

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