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Tribuna
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La lacra de la corrupción en Latinoamérica

La corrupción acapara una vez más las portadas de los periódicos, esta vez centrada en Brasil, que se ha visto sacudido por el mayor escándalo de las últimas décadas. El pasado mes de mayo se hizo pública una red de sobornos a partidos políticos a cambio de apoyar al Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.

En las últimas semanas se ha producido una avalancha de declaraciones por algunos de los implicados exponiendo las prácticas ilegales. El presidente del Partido Liberal ha revelado que en 2002 su grupo aceptó formar coalición con el Partido de los Trabajadores (PT) a cambio de 10 millones de reales y ha implicado a Lula. El antiguo tesorero del PT ha admitido que recaudó fondos ilegales para financiar la campañas de su partido y la de sus aliados, y el cerebro publicitario de la victoria electoral de Lula en 2002 ha admitido que el PT le ha pagado una parte de sus emolumentos (3,3 millones de euros) en una cuenta de las Bahamas, lo cual podría suponer según la ley la extinción del Partido de los Trabajadores. Lula niega estar implicado.

Esta crisis ha sido una gran decepción porque Lula adquirió el compromiso de terminar con las prácticas de corrupción de su país y de que su Gobierno sería ético, honesto y moral, lo que le ayudó a obtener el voto de 50 millones de brasileños. La implementación de políticas de estabilidad presupuestaria, la moderación fiscal y el desarrollo de planes sociales para aliviar la pobreza han colocado a Brasil en un sendero muy positivo, con unos niveles bajos de inflación y un superávit en su balanza comercial.

En un momento en que Brasil se estaba posicionado como un modelo económico de referencia para el continente, el Gobierno de Lula se encuentra en una situación de parálisis, con crecientes incertidumbres sobre su posible caída, lo que pone en entredicho su agenda legislativa y de reformas. Algunos congresistas hablan abiertamente de la posibilidad de iniciar un proceso de destitución contra Lula, y otros proponen un acuerdo en el que Lula se comprometería a no presentarse a la reelección (que de acuerdo con la últimas encuestas perdería frente a José Serra, alcalde de São Paulo y líder del Partido de la Social Democracia Brasileña, PSDB).

La crisis ya ha afectado a los mercados financieros brasileños, que están sufriendo la incertidumbre (caída de un 5,8% a fines de mes), y al real, que en sólo dos días perdió un 6,8% contra el dólar el pasado mes.

Desgraciadamente este escándalo es el último incidente en la larga historia de corrupción que ha plagado a Latinoamérica desde tiempo inmemorial.

En Perú, los hermanos y la esposa del presidente, Alejandro Toledo, han sido implicados en prácticas cuando menos cuestionables. En México el presidente, Vicente Fox, ha fracasado en su promesa de cambiar las prácticas corruptas que caracterizaron el largo mandato del PRI, su victoria electoral se ha visto empeñada por financiación ilegal y su esposa ha sido salpicada por las prácticas financieras turbias de su fundación. En Nicaragua, el antiguo presidente, Arnaldo Alemán, ha sido condenado a 20 años de cárcel por diversión de fondos públicos. En Costa Rica, dos antiguos presidentes están siendo investigados por corrupción, y Guatemala ha solicitado la extradición del ex presidente Portillo por la misma razón.

Según las encuestas del Latinobarómetro, la corrupción es la razón fundamental de la desilusión de los ciudadanos latinoamericanos con sus Gobiernos y es el segundo problema más importante, sólo por detrás de la crisis económica.

La corrupción sigue siendo un reflejo de la baja calidad de las democracias de estos países, de la debilidad de sus instituciones y de una cultura muy arraigada. El fracaso de esta nueva generación de demócratas y su incapacidad de afrontar de forma efectiva los retos de sus países han generado inestabilidad y ha resultado en el aumento de las diferencias económicas y la pobreza (en un contexto de privatizaciones y récords de beneficios de las empresas). Además, la corrupción está afectando al crecimiento económico de estos países (según algunos informes, reduciéndolo hasta un 15%) porque influye en la confianza de los ciudadanos y ahuyenta a los inversores.

La corrupción se ha convertido también en una de las amenazas más importantes a la estabilidad de los Gobiernos democráticamente electos, y ha abierto las puertas a movimientos y líderes populistas que en los últimos meses se han llevado por delante a los Ejecutivos de Bolivia y Ecuador (y antes a los de Argentina y Perú).

Según las últimas encuestas, los latinoamericanos preferirían el regreso de las dictaduras si resultan en beneficios económicos, y lo más preocupante es que los nuevos escándalos incluyen no sólo casos de enriquecimiento ilícito, sino que también afectan a la limpieza de los procesos electorales, lo que supone una amenaza a estos nuevos regímenes democráticos.

Sería deseable que estos escándalos supongan un toque de atención para los políticos de estos países que les lleve a impulsar medidas para combatirla.

Director del Campus de Madrid de la Universidad de Suffolk y codirector del Seminario de Estudios Ibéricos del Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard sroyo@suffolk.edu

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