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Columna
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Inversores reacios a los eurobonos

Los eurobonos parecen una panacea. A los apurados prestatarios soberanos de la periferia les gustaría, por supuesto, pero también podrían atraer a los inversores de renta fija, al menos superficialmente. Los problemas griegos podrían difuminarse y los rendimientos podrían ser más generosos.

Por supuesto, estos bonos no existen aún, y su estructura es muy incierta. Pero cualquiera que sea su forma final, los compradores potenciales probablemente tendrán dudas. A menos que la eurozona de repente esté más unida, los eurobonos, a diferencia de los bonos del Tesoro americano y los bonos del Reino Unido, no tendrían el respaldo de un Gobierno soberano único y definido. Los riesgos de que los miembros más débiles de la eurozona causen una crisis de destrucción de valor permanecerían y la contratación de eurobonos sería complicada. Los inversores esperarán que Berlín esté detrás del nuevo papel comunitario, pero eso será más una esperanza que una realidad. En la práctica difícilmente sabrán qué políticas estarán comprando.

Irónicamente, los inversores podrían sufrir si los eurobonos funcionaran bien. Supongamos que hacen lo que se espera que hagan, curar el problema de financiación de la moneda única y estimular una nueva ronda de crecimiento económico. En el entorno de una economía saludable, la inflación podría ser mayor y los inversores estarían menos desesperados por la seguridad y los Gobiernos sólidos. Los rendimientos de los bonos podrían subir. Pero incluso una subida del 4 al 5% se traduce en un 8% de pérdida de valor de capital.

El debate público de los eurobonos tiende a enfocarse en si pueden ser formados para que funcionen, política y económicamente, para los emisores. Por el momento, los escépticos tienen la ventaja. Si esas dudas son superadas, también habrá algunos inversores escépticos a los que persuadir.

Por Robert Cole

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