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Columna
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La innovación también existe

Hace unos días asistí a la inauguración del Parque de Investigación Biomédica en Barcelona, y mientras escuchaba los discursos estaba pensando sobre los importantes cambios que se han producido en materia de investigación, desarrollo e innovación en nuestro país.

Hay que tener en cuenta que, históricamente, hemos tardado más que otros en tomar el tren del desarrollo de una política científica. De hecho, la primera Ley para el Fomento de la Investigación se promulgó en el año 1986 y hasta el presente su desarrollo ha sido relativamente renqueante debido, básicamente, a la insuficiente dotación de recursos. Nos queda aún un largo camino por recorrer para poder llegar a las magnitudes que se invierten en otros países.

Sin embargo, algo se mueve en los últimos años que indica un aumento generalizado de sensibilización sobre el tema. Por una parte, los Presupuestos Generales del Estado para este año han incrementado un 25% la partida destinada a este capítulo y prevén el mismo porcentaje para años siguientes. A nivel autonómico, también surgen iniciativas en esta dirección, como el Plan de Investigación de Cataluña que prevé alcanzar el 2,1% de recursos destinados a I+D+i respecto al PIB en 2008 y que ha crecido desde un 0,87% en 1987 hasta el 1,44% en 2004.

El otro indicador significativo de que algo se está moviendo es el alto grado de internacionalización de nuestras empresas, no sólo del sector industrial, sino de otros como construcción, en el que tenemos una gran oportunidad, y servicios. Si nuestras empresas logran entrar en otros mercados no es sólo por capacidad financiera, sino también por una competitividad obtenida por su innovación en procesos y formas de trabajar. Nuestras constructoras están presentes en toda Europa, una en concreto ha entrado en la gestión de aeropuertos de envergadura, en las autopistas también nos hemos situado en buen lugar y por último no es anecdótico considerar que hemos logrado una posición de privilegio en el campo de la gastronomía gracias a la capacidad de innovación, de nuestros profesionales, en un oficio tan antiguo y tradicional. Esto último contribuye a completar el liderazgo que ya se reconoce, a nuestro país, en el sector del turismo, en el que cuenta con cadenas hoteleras presentes en muchos puntos.

Y, a pesar de las críticas, no cabe duda de que las universidades también han realizado un esfuerzo en investigación y acercamiento a la empresa y la sociedad, a través de la creación de centros de transferencia de tecnología, de firmas de acuerdos con empresas y organizaciones y del desarrollo de parques tecnológicos como el citado de Investigación Biomédica. Todo es mejorable, pero los cimientos están bien asentados. En otro caso, no se concebiría que empresas tecnológicas como Microsoft o Yahoo! Research establezcan centros de investigación en Barcelona, dentro de su estrategia de expansión europea.

Todo este cambio de mentalidad y mayor sensibilización sobre la importancia de la I+D+i se relaciona con las nuevas oportunidades que alcanzan a un amplio abanico de sectores como salud, biomedicina, industria agroalimentaria, aeronáutica, farmacia, energías renovables o incluso bancario, haciendo avanzar a la economía y acercándola progresivamente a los parámetros de desarrollo y competitividad a que aspiramos.

Queda pendiente una asignatura obligatoria para alcanzar el objetivo. Existen aún demasiados organismos oficiales creados para fomentar esta política y demasiada descoordinación entre ellos, lo cual desanima a la empresa a declarar sus políticas o planes para acceder a las ayudas públicas.

Creo que hay empresas que están llevando a cabo muy buenos proyectos de innovación sin que se conozca extensamente. Posiblemente renuncian a complicarse la vida en la intrincada maraña burocrática que acaba traduciéndose en ayudas poco valoradas. Prefieren innovar sin explicarlo, sin mostrarlo claramente a su competencia, sin salir en la estadística, de forma que se podría pensar en la existencia de una innovación oculta. Y es una lástima porque contribuyen, y mucho, a la mejora del PIB y, de conocerse, a la mejora de las estadísticas que manejamos respecto a las inversiones en innovación en nuestro país.

Por todo ello, abogaría por la promoción de un agente que coordinara, con autoridad, las acciones del sector público, las empresas y universidades. Habrá de ser capaz de superar las desconfianzas hoy instaladas entre estos estamentos cuando se trata de I+D+i.

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