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TRIBUNA

<I>Las "puntocom" también son mortales</I>

Se ha acabado la etapa de las "personalidades" que inflan el valor de la acción y no se ocupan de la gestión de la empresa.

Las noticias sobre empresas puntocom, como los medios periodísticos han determinado apellidarlas, atraviesan uno de los peores momentos de su breve historia. Con toda probabilidad, éste no será ni el último ni el único mal momento de esta nueva actividad empresarial. Pero, junto a la sana preocupación por el cese de ejecutivos, disminución de plantillas, suspensiones de pagos y cierres de empresas, habría que iniciar la búsqueda de explicaciones, el razonamiento de por qué pasan determinadas cosas, normales en otros sectores y que en el de las nuevas tecnologías sorprende e incluso escandaliza.

Lo primero a destacar so-bre las razones de esta situación es que las enormes expectativas de las puntocom no han sido obra suya, sino del propio entorno empresarial, de los analistas e inversores necesitados de nuevos mercados en los que colocar las enormes cantidades de tesorería generadas por un ciclo alcista y pleno de beneficios en los sectores tradicionales.

En efecto, los jóvenes empresarios creadores de empresas de la nueva tecnología sólo pensaban en crear, en investigar nuevos caminos para las empresas tradicionales, pero nunca en enriquecerse de la forma y cantidad en que lo han hecho. Es fácil caer en la tentación del dinero, y aún más si los expertos buscan desesperadamente nuevas y más sustanciosas inversiones.

No se trata de disculpar a los jóvenes empresarios de la Red, pero sí de po-ner determinadas cosas en su sitio. La especulación protagonizada por estas empresas no es fruto de sus invento-res, sino de la ambición del mer-cado. Que las cotizaciones experimenten subidas espectaculares y enriquezcan a unos pocos y caídas escalofriantes que arruinan a otros tantos, no es un invento de los inexpertos empresarios puntocom. Es fruto de la especulación dirigida por los que saben de ella. En definitiva, y sin entrar en mucha casuística, alguien tendría que dar explicaciones de cómo un va-lor como Terra puede valer hoy un 90% menos que hace unos meses, de cómo una consulto-ra como Teknoland pudo ser valorada hace seis meses en más de 11.000 millones para su posterior venta y que tres meses después ninguno de los accionistas quiera comprarla. La especulación suele pasar factura, pero ésta no es realidad exclusiva de las puntocom; podríamos citar muchos ejemplos de empresas y valores tradicionales sujetos a este tipo de fluctuaciones.

Profundizando algo más, internándose en la realidad de las empresas, se aprecian también, cómo no, errores, incluso de bulto, fruto de la inexperiencia de sus gestores o de la facilidad de conseguir recursos, dos pilares básicos de cualquier entramado que quiera llegar a ser empresa.

Siempre se ha dicho, y así lo recogen todos los manuales, que las empresas una vez inventadas necesitan de gestores, de duros y perspicaces líderes capaces de llevarlas a las cotas mas altas. Pues bien, las nuevas empresas fueron inventadas, pero en muchos casos mal gerenciadas.

La historia demuestra que uno de los primeros problemas a los que se enfrenta cualquier entidad es la gestión de tesorería. Para crecer y mantenerse hace falta una tesorería ordenada, una gestión de cobros-pagos coherente. Las empresas de las que hablamos pudieron recaudar generosas apuestas de los inversores, pero no supieron administrarlas. Muchos de los inventores se enriquecieron, pero otros muchos son hoy una colección de fracasados. A partir de ahora será difícil que la segunda generación de inventores triunfe única y exclusivamente porque dispongan de una idea, tendrán que demostrar su eficacia como gestores.

Nos enfrentamos, pues, a un nuevo reto. Los emprendedores puntocom deberán ser tan gerentes co-mo innovadores, de lo contrario morirán de inanición.

Pero la mal llamada experiencia de los gestores también incluye de alguna manera la responsabilidad de los inversores y de los consejos de administración de esas empresas, que no pueden enterarse de la noche a la mañana de que existe un agujero financiero. La gestión ordenada de las empresas supone saber administrar bien los recursos, unos recursos financieros y humanos. Esta responsabilidad no ha sido propiamente evaluada.

También incurren en responsabilidad los analistas financieros y los bancos de inversión que hacen valoraciones exageradas de las empresas. ¿Como es posible que Te-rra valiese más en Bolsa que Acciona, Aceralia o Cepsa?

En aquellos momentos ningún analista o banco de inversión recomendaba vender cuando la acción estaba por las nubes. También tienen su parte de responsabilidad.

Por último, los que hoy están vivos también tendrán que ocuparse de la gestión. Algunas de las empresas del sector atraviesan dificultades no conocidas por el lector, pero que son realidad: excesiva dimensión, altos sueldos, gastos impropios de pequeñas estructuras, política tarifaria inadecuada, escasez de una labor comercial oportuna, etcétera, son sinónimo de falta de gestión. Son las lagunas de algunas de las empresas que hoy tanto preocupan y que tanta superficie ocupan en los medios de comunicación.

Es cierto que el sector de nuevas tecnologías levantó expectativas y esperanzas y que hoy ha defraudado a unos pocos. Igual de cierto que el futuro será suyo, que las empresas tradicionales se tendrán que adaptar a su estilo, que en pocos años, incluso, liderarán la actividad económica. Pero para que ello sea posible es necesario que las nuevas empresas cuenten con elementos tan tradicionales como la ética empresarial y la gestión eficaz. Se ha acabado la etapa de los pelotazos, del protagonismo de las personalidades que inflan el valor de la acción y no se ocupan de la gestión, del crecimiento superficial sin contar con las fluctuaciones del mercado, los competidores o los impagados, etcétera. De lo contrario, defraudarán mucho más de lo que ya lo han hecho y se perderá una oportunidad de crecimiento y el ciclo económico alcista desaparecerá.

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