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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

No hay primavera sin reformas

La localidad normanda de Deauville acoge desde ayer la reunión de los ocho países más ricos del mundo. Tres grandes cuestiones -las ayudas a la denominada primavera árabe, la crisis y la seguridad nuclear- han centrado la agenda de la primera sesión de la cumbre, que hoy se clausurará tras abordar otros asuntos de indudable peso económico. Es el caso de un posible avance en las negociaciones de Doha que abra la puerta a un acuerdo de libre comercio mundial y sirva de punto de apoyo para impulsar la incipiente recuperación económica global.

El mensaje lanzado por el G-8 a los países árabes ha sido tan claro como contundente: si la región no avanza en la adopción de reformas democráticas no habrá ayuda económica. Un mensaje que incluye expresamente, como no podía ser de otra forma, un llamamiento tanto a Libia como a Siria para que hagan cesar la violencia en sus territorios y busquen una solución política -y pacífica- a la tremenda crisis que atraviesan.

El mismo discurso sostenía ayer el presidente de la Comisión Europea, el portugués José Manuel Durão Barroso, quien recordó que la Unión Europea ha elevado las ayudas a los países vecinos, cifradas en total en 7.000 millones, buena parte de las cuales han sido destinadas en los últimos años a los Estados árabes. La canciller alemana Angela Merkel insistía, por su parte, en otra condición no menos importante: la necesidad de que cualquier ayuda financiera sea cuidadosamente consensuada con el Banco Mundial, el FMI y el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo.

Las exigencias señaladas desde el G-8 y la UE para aprobar los paquetes de ayuda al norte de África son más que razonables. No en vano, la crisis desatada en la zona no solo supone un peligro para la estabilidad política de la región y para las condiciones de vida de la población, sino también una amenaza económica. Es por ello especialmente necesario que Europa y el G-8 se aseguren de que las ayudas cumplen con su función y de que las reformas se llevan a cabo. De otra forma, ese apoyo económico no servirá para respaldar un cambio, sino para perpetuar una situación que de por sí es insostenible.

Cuando apenas se ha iniciado el proceso de recuperación económica global -con notables excepciones y diferentes ritmos de crecimiento, como ocurre en el caso de Europa- resulta importante garantizar a la opinión pública la eficiencia y el control sobre toda ayuda financiera, más aún si se trata de una ayuda cuyo objetivo puede verse desvirtuado si no va acompañado de una estricta labor de fiscalización. De ese rigor a la hora de canalizar el apoyo financiero depende, en último término, que la primavera árabe no se quede en un invierno.

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