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Tribuna
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La Grecia del euro ¿2001-2011?

El título de esta tribuna responde a esa especie de propuesta a medio camino entre la provocación y la irresponsabilidad que es el referéndum de Grecia sobre el apoyo al plan de rescate europeo, quitas y condicionalidad incluidas. Una vez más -y ya son demasiadas en lo que a Grecia se refiere- se especula con su salida del euro, lo que convertiría la pertenencia de Grecia a la moneda única en un breve periodo de 10 años no exento de turbulencias.

El vértigo sigue dominando la actividad económico-política en Europa. Lo que hace una semana parecía una cumbre europea que afianzaba los pilares de la gobernanza económica europea -o, al menos, evitaba su derrumbe- se ha convertido con la decisión griega en una situación inestable e impredecible, aún peor que la que se sufría antes de la citada cumbre. Simplemente el anuncio del referéndum ha generado una tremenda desconfianza y volatilidad en los mercados bursátiles y ha prendido la mecha, como si de un cohete se tratara, de la prima de riesgo de países como España o, sobre todo, Italia. Antes de que se reconfirme esta posición del Ejecutivo heleno, Italia se pasea por el borde del precipicio por el que ya cayeron en su día Irlanda y Portugal y, por supuesto, la propia Grecia.

Lo que resulta difícil de entender es por qué los responsables del Gobierno griego juegan con la posibilidad de un nuevo y definitivo precipicio que es la declaración de un impago desordenado y catastrófico y su salida del euro. Anunciar un referéndum es, per se, un despropósito pero, además, exacerba uno de los principales fallos que se están cometiendo en la resolución de la crisis: los problemas de comunicación. En todos los países de la UE, con distinta intensidad, los Gobiernos se enfrentan a la complicada misión de explicar a sus ciudadanos dónde estamos y por qué, y qué sacrificios son necesarios para salir de la crisis. Y lo deben hacer, en muchos casos, en entornos electorales que hacen de esta misión algo aún más complicado. Pero esta es una de esas situaciones en las que la historia solo podrá juzgar bien a aquellos que, con la suficiente visión de largo plazo, pongan por delante de sus propios intereses políticos el bienestar de su país o, en lo que a Grecia se refiere, su supervivencia económica.

El Gobierno griego no está siendo capaz de explicar que van a acabar el año con una deuda del 180% del PIB y que, en el sistema económico-financiero mundial, esa situación les aísla de cualquier circuito de financiación e inversión o de cualquier sistema de viabilidad económica. Lo único que puede reprocharse a los otros socios europeos respecto a Grecia es que no se haya combinado la condicionalidad fiscal impuesta con algún tipo de estímulo que permita respirar al sur de la península Balcánica. Si la situación no se revierte, la primera consecuencia más que probable para Grecia sería una caótica situación de impago, sin orden alguno. Para el resto de Europa sería un golpe muy importante en forma de contagio financiero y de pérdida de reputación. De una posible salida del euro de Grecia y sus consecuencias, mejor ni hablar.

¿Qué pueden hacer los líderes europeos para frenar esta situación? La posibilidad de que se cancele el referéndum es improbable y queda dentro de un delicado terreno político. Hay que frotarse los ojos (ver para creer) cuando el Gobierno griego afirma que baraja esta consulta pública para diciembre o enero, como si de aquí a esa fecha no fuera a pasar nada. Y uno, además, se pregunta -porque a estas alturas todas las sorpresas son posibles- si la idea de hacer a los ciudadanos votar sobre la pertinencia de unas u otras medidas en esta crisis europea se extenderá a otros países, enquistando definitivamente la capacidad de acción temprana de la eurozona.

Mientras tanto, la única institución en guardia permanente, el Banco Central Europeo, es la que puede calmar los ánimos, en alguna medida. El desconcierto griego y la falta de resolución europea puede obligar a monetizar deuda sin paliativos -de forma más intensa de lo que se viene haciendo en los últimos meses- y frenar la especulación sobre los bonos italiano y español, entre otros. No está de más, tampoco, echar un vistazo a la evolución del bono francés, que ya parece instalarse por encima del 3%. Además, los planes que se planteaban de muy largo plazo sobre la creación de un Tesoro europeo, o de mecanismos de garantía común de las emisiones de deuda, pueden tornarse en urgentes. Ante la unilateralidad, solo estas medidas pueden volver a abrir la puerta de la esperanza.

Santiago Carbó Valverde. Director de Estudios Financieros de Funcas

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