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Columna
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El grave problema de Eni en Libia

El caos en Libia podría plantear una amenaza para las economías mediterráneas. Las protestas en el rico productor de petróleo del norte de África y la posterior reacción sangrienta de su régimen autoritario podría presentar pronto un serio desafío estratégico para los Gobiernos occidentales y los titanes empresariales que recientemente abrazaron un estado durante mucho tiempo proscrito. Pero es Italia, el gobernante de la ex colonia, el que parece que sufriría las consecuencias si la situación se descontrola.

Bajo Muamar Gadafi, como era de esperar, no se ha cumplido la visión de capitalismo popular. En uno de los países más corruptos, la riqueza de la economía, que representa el 2% de la producción mundial de petróleo, es apenas visible entre una población de 6 millones.

A pesar de todo, se ha ganado los elogios del FMI. El país profundizó sus relaciones con las potencias occidentales después de que se levantaran las sanciones de la ONU en 2003. EE UU ha incrementado sus importaciones de petróleo y BP sigue adelante con un contrato de exploración de 900 millones de dólares.

Pero los lazos más fuertes permanecen con Italia. Libia tiene participaciones en Fiat, UniCredit e incluso en la Juventus. El gigante petrolero italiano Eni tiene un programa de inversión de 14.000 millones de euros en el país, así como contratos de suministro que se extienden hasta 2047. En general, el petróleo de Libia supone alrededor del 27% del consumo de Italia.

Las amenazas del hijo de Gadafi de que el petróleo del país "se quemará" no pueden tomarse a la ligera. Incluso si Libia no acaba en una guerra civil, puede permitirse un periodo prolongado de interrupción a pesar de la absoluta dependencia de su economía de la producción de petróleo. Los activos externos netos del país se estiman en un total de 150.000 millones de euros, lo suficiente para cubrir 37 meses de importaciones. Los políticos italianos son reacios a condenar a Trípoli, pero después de la decisión del país de abrir fuego contra los manifestantes, las empresas tendrán que sopesar el dudoso atractivo de contar a Libia entre sus accionistas. Las inversiones en energía podrían también verse amenazadas si vuelven a imponerse sanciones. Mientras tanto, el aumento de casi el 2% en los precios del petróleo parece sugerir que los mercados no son demasiado optimistas.

Una Galani

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