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Tribuna
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Facebook, una oferta que sí puedes rechazar

Facebook está organizando una fiesta y nos va a vender entradas a todos. Se trata de una fiesta a la que llevamos mucho tiempo esperando poder asistir y que, hasta el momento, estaba limitada a los fundadores de la empresa, los empleados clave y algunos inversores afortunados que iban comprando sus valores restringidos.

Aún no conocemos qué porción de la empresa saldrá a la venta ni qué precio tendrán las acciones. Tampoco sabemos cómo se van a comportar los mercados en los próximos meses, ya que un mercado deprimido podría poner en peligro el éxito de la OPV. Lo que sí sabemos es que Zuckerberg y su equipo nos van a vender entradas por valor de unos 5.000 millones de dólares. Pero… ¿el hecho de que nos inviten a nosotros no es un claro indicio de que la fiesta podría no ser tan divertida como pensábamos? Hay dos factores que nos hacen sospecharlo.

En primer lugar, sabemos que el objetivo de la OPV de Facebook no es recaudar fondos para financiar inversiones o pagar deudas. La empresa trata de crear un mercado líquido para sus empleados, que hasta ahora poseían un activo muy valioso pero que no se podía vender con facilidad. Por otra parte, Facebook pretende (tras cubrir las deudas tributarias derivadas de la conversión de opciones de acciones por parte de Zuckerberg y sus colegas) conservar la mayor parte de los ingresos de la OPV en efectivo. Es decir, el peor uso que se le puede dar al dinero: guardarlo en una caja.

En segundo lugar, crear un mercado público para acciones internas puede parecer un objetivo razonable. Pero tiene truco. Facebook posee dos clases de acciones: A y B. æscaron;nicamente se venderán las de clase A. Las de clase B tienen derecho a diez votos, mientras que las de clase A solo a uno. Eso significa que, tras la OPV, habrá unos 117 millones de acciones de clase A y 1.759 millones de clase B. Así pues, Facebook estará vendiendo un máximo del 6,2% de los derechos de flujo de caja, ¡y un 0,66% de los derechos de voto! Nos venden la entrada a la fiesta, pero no podremos elegir la bebida.

¿Vamos a vivir en un mundo mejor una vez Facebook comience a cotizar en Bolsa? Eso esperamos. Sin embargo, la pregunta que deberíamos hacernos es: ¿quién va a vivir en un mundo mejor? Evidentemente, Zuckerberg y sus socios, que cobrarán sus bien merecidos millones de dólares. Es la recompensa a la innovación, la creación de valor, la valentía y el esfuerzo.

Luego están los accionistas no ejecutivos (en su mayoría, fondos de cobertura) que han comprado valores restringidos de Facebook en el mercado anterior a la OPV. Es una pena que dichas acciones solo se encontraran disponibles para unos pocos inversores sofisticados. Según las reglas de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, solo los inversores sofisticados (léase ya ricos) pueden adquirir valores restringidos (así que, probablemente, no te beneficiaste mucho con esa acción).

Por último, están los bancos de inversión. La OPV está garantizada por Morgan Stanley, JP Morgan y Goldman Sachs. Si son fieles a la práctica habitual de cobrar una comisión del 7% de los ingresos de la OPV, se repartirán un premio de 350 millones de dólares por tal vez un año de trabajo. No está mal. Los aseguradores también se han reservado la posibilidad de una opción de sobre asignación. Eso quiere decir que si hay demasiadas personas interesadas en comprar una entrada para la fiesta, sencillamente imprimirán más entradas (y se quedarán con su comisión del 7%, por supuesto).

Claro que la fiesta solo se celebrará si nosotros, los potenciales accionistas, estamos dispuestos a participar. Entonces, ¿deberíamos participar en la OPV?

Imaginemos a una afortunada trabajadora de Morgan Stanley intentando vender acciones de Facebook a sus clientes. ¿Cómo organizaría su estrategia de venta? Lo más probable es que comenzara por sus clientes más valiosos, aquellos cuya aceptación se traduciría en una cantidad elevada de dólares para la oferta. Si el plan A no funcionase, se dirigiría a sus siguientes mejores clientes: personas adineradas que estuvieran potencialmente dispuestas a aportar una cantidad de dinero considerable. Finalmente, descendería por su lista, siguiendo con los terceros mejores y bajando hasta terminar… contigo y conmigo.

¿Deberíamos alegrarnos de que se dirijan a los inversores corrientes? No exactamente. Lo más seguro es que haya razones por las que los superricos han dejado pasar esta oportunidad espectacular. Parémonos un segundo a pensar: si fuese una fiesta tan estupenda, tan llena de famosos y superestrellas, ¿por qué nos iban a invitar? Aunque tampoco queremos decir que la fiesta de Facebook sea un fracaso total. Pero si nos invitan, lo más seguro es que no sea tan divertida como pensábamos que iba a ser. Como dijo Groucho Marx: "No deseo pertenecer a ningún club que acepte como socio a alguien como yo".

Arturo Bris/Salvatore Cantale. Profesores de finanzas en el IMD de Lausana

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