_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Una Europa unida por el momento

No hay nada como la amenaza de una catástrofe para enfriar la cabeza de los ministros de Finanzas. Los Gobiernos de la eurozona han renunciado a los planes de convertir los futuros programas de rescate de las mayores economías periféricas en deudas del sector privado. Una medida prudente para aliviar el contagio, que podría exponer a los contribuyentes a las pérdidas periféricas para las próximas décadas.

Estos cambios suponen que si Grecia, Portugal e Irlanda necesitan aumentar los fondos del Fondo Europeo de Estabilidad después de mediados de 2013, esos fondos tendrán las mismas condiciones que los titulares de bonos privados. Es un paso atrás del acuerdo Deauville entre Nicolas Sarkozy y Angela Merkel de octubre del año pasado, que daba prioridad a compartir la carga del sector privado en cualquier futuro rescate. Y otra concesión de la canciller alemana, que la semana pasada ya había suavizado sus exigencias de la extensión de la madurez del sector privado sobre la deuda griega. La vuelta atrás es un movimiento pragmático y una potencial ayuda para Irlanda y Portugal. La idea de que los acreedores del sector privado deben clasificarse tras los préstamos oficiales de rescate es legítima -es la regla para el FMI-. Pero anunciando el concepto en medio de una crisis, puede que la eurozona haya empeorado las cosas.

Los contribuyentes de los países prestamistas de la eurozona tienen razones para reflexionar. Por una parte, cuanto mayor sea el retorno a los mercados de países como Irlanda, menor la exposición que tendrán Alemania y Francia a la periferia. Por otro lado, esto podría conducir a una responsabilidad abierta para dicha periferia, si fallan los programas de austeridad. Esto no es compartir completamente el riesgo. Pero con el tiempo, habrá cada vez menos del mismo en manos del sector privado. Los cambios reducen también la capacidad de los mercados de someter a disciplina a los Gobiernos, y ponen mayor énfasis en la necesidad de que la eurozona refuerce sus herramientas y mecanismos de disciplina fiscal.

A largo plazo, los cambios previstos en el Fondo Europeo de Estabilidad podrían ser una señal de un cambio importante de la solidaridad de la eurozona y marcan el comienzo de una auténtica unión fiscal. La otra cara de la moneda es que podrían dar a los contribuyentes de los países centrales otra razón para preguntarse si no sería mejor estar fuera, allanando el camino a una mayor inestabilidad política y volatilidad en los mercados.

Por Neil Unmack

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_