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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una Europa necesitada de claridad y firmeza

Un italiano y un griego, de distinto perfil y muy diferentes responsabilidades, centraron ayer el foco de atención de una Europa agitada por una crisis política y financiera sin precedentes. Mario Draghi, flamante presidente del Banco Central Europeo (BCE), daba el pistoletazo de salida a su mandato con un gesto que no se esperaba -una bajada de tipos de medio punto- y un discurso sobrio que siguió fielmente las líneas generales y el tono de su antecesor, el francés Jean-Claude Trichet. Si alguien apostaba por un giro inesperado en las recomendaciones del BCE, las palabras del nuevo presidente han disipado esas expectativas de un plumazo. La sorpresa, que ha pillado desprevenidos a mercados y analistas, ha estado en el adelanto de una decisión -la de rebajar el precio del dinero- que corrige las últimas alzas ordenadas por Trichet y sitúa los tipos en 1,25%, no en un giro de la hoja de ruta que propugna el estricto supervisor europeo.

La medida adoptada por el italiano es, sin duda, una buena noticia para las economías más frágiles de la eurozona y supone también un gesto de firmeza frente a los intereses de Alemania, férreamente contraria a cualquier decisión que pueda alimentar el fantasma de la inflación. La estudiada insistencia de Draghi en aclarar que tras un previsible repunte de los precios a final de año, la tasa de inflación se situará bajo el 2% en 2012, apunta directamente a aplacar esos temores germanos. La rebaja de un cuartillo en el precio del dinero supone, por el contrario, un más que necesario balón de oxígeno para los alumnos menos aventajados de la eurozona. Es el caso de España, cuyo elevado nivel de endeudamiento privado, la congelación de los niveles de inversión y consumo debido a la falta de expectativas, las dificultades de financiación exterior y el estancamiento de la actividad económica, hacen que la medida sea especialmente bien recibida.

Como no puede ser de otra forma, la palada de arena de Draghi -adoptada en previsión del recrudecimiento de la crisis de deuda y las malas perspectivas económicas- tiene su correspondiente dosis de cal. El presidente del BCE insiste en las tareas que restan por completar a los países más vulnerables de la zona euro. Culminar la reforma del sistema financiero y su recapitalización, cumplir a rajatabla el objetivo de consolidación fiscal y flexibilizar el mercado laboral son así los grandes frentes abiertos que los gobiernos de los estados miembros deben cerrar. La recomendación de Draghi sobre la reforma del mercado de trabajo coincidió con los pésimos datos de empleo registrados en el mes de octubre en España: 134.000 parados más, que duplican los registrados en el mismo mes del año anterior, y una pérdida de 75.000 cotizantes a la Seguridad Social. Una progresión a toda velocidad y sin frenos que dibuja un oscurísimo panorama -reconocido por el propio mismo ministro de Trabajo, Valeriano Gómez- y que convierte la necesidad de reformar profundamente y sin titubeos el mercado laboral español en una prioridad indiscutible y, a estas alturas, prácticamente indiscutida.

La retirada del referéndum sobre el rescate griego coronó una jornada de intensidad memorable. El primer ministro griego, Yorgos Papandreu, presionado y censurado desde todos los frentes posibles ha optado por dar marcha atrás en una desgraciada decisión que nunca debió ser adoptada y cuyas consecuencias a largo plazo todavía están por calibrar. Y es que si bien hay que felicitarse por la firme reacción europea frente al órdago de Atenas -con el eje franco-alemán como acerada punta de lanza-, la crisis política de Grecia ha puesto sobre la mesa el debate sobre una posible salida de la zona euro de las economías en problemas. Al planteamiento de ese debate han contribuido, aunque de forma involuntaria, los imprudentes discursos emitidos desde París y Berlín sobre la necesidad de que Grecia se plantease seriamente la permanencia o la salida de la eurozona. Mucho más austera y precavida fue la respuesta dada por Draghi al respecto en su primera comparecencia al frente del BCE. La salida de un país de la zona euro "no está en el Tratado", aseguró el presidente del BCE en un ejemplo de firmeza ante la herida griega, que convendría imitar.

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