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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La endiablada espiral de la financiación

El Tesoro pagó ayer costes superiores al 5% para títulos con vencimiento a tres y seis meses, lo que duplica el abonado en la subasta hecha hace escasamente un mes por los mismos plazos, y que marca el tipo más alto en el mercado primario de los últimos 18 años, cuando todavía en las emisiones se captaban pesetas y no euros. El coste es muy superior al que hace un año se abonaba por las emisiones a 10 años y, gráficamente, supone pagar más del doble por los títulos de tres meses que lo que le cuesta al Tesoro alemán o francés el papel con vencimiento a 10 años. Estos datos reflejan el sobrecoste que los financiadores, los mercados, exigen a España para comprar su deuda pública, y que por mimetismo financiero se traslada también a la financiación de la economía privada.

El Estado, pagando estos tipos tan exagerados, compite directamente con la banca en la captación de ahorro privado, provenga este de pequeños ahorradores o de grandes fondos, lo que fuerza una subida en la remuneración del pasivo que por lógica mercantil se traslada de inmediato a los tipos que las entidades aplican a los créditos que conceden. Además, la banca tiene que pagar ese sobrecoste cada vez que intenta captar financiación en los mercados interbancarios europeos, puesto que los prestamistas hacen una identificación inmediata de la banca con el país en el que radica.

Los costes abonados, cuatro puntos largos superiores a los que tienen que pagar las economías más fuertes de Europa que compiten con la española, no son sostenibles mucho tiempo. Ni el Tesoro los puede pagar ni la economía privada los puede soportar sin colapsar. Por tanto, la primera tarea del futuro Gobierno será tirar hacia valores soportables la curva de financiación del Estado, para arrastrar con ella la curva de financiación de la economía, sobre todo los plazos largos, que son los que marcan las referencias para la toma de crédito en los proyectos de inversión. No es fácil, dada la desconfianza generalizada en los mercados hacia España. Pero es inexcusable.

Los pasos son pocos, pero muy firmes: ofrecer garantías plenas de que España cumplirá el 4,4% de déficit en 2012, puesto que poco arreglo tiene ahora tratar de llegar al 6% este año, salvo que la desviación sea centesimal; mostrar certeza sobre el saneamiento y redimensionamiento rápido del sistema financiero con coste público asumible, y establecer un itinerario de reformas de mercados de bienes, servicios y factores que dinamice el crecimiento, que es, a fin de cuentas, la mejor garantía de elevar los ingresos públicos y reducir los gastos. Esa es la parte que tiene que poner España. Pero debe estar convenientemente auxiliada por las autoridades comunitarias, las políticas y las monetarias, para neutralizar el componente especulativo del mercado.

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