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El foco
Columna
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Empleo y crecimiento

Es innegable que el principal problema al que nos enfrentamos a nivel mundial, pero con tintes dramáticos en los países desarrollados, es el elevado desempleo. Cuatro años de crisis, en algunos casos con retorno a la recesión tras una limitada recuperación, no han permitido recuperar, sino quizás han acentuado, el deterioro del mercado de trabajo. Crear empleo se ha convertido en el objetivo prioritario de las autoridades, una tarea ardua a la que no vemos una respuesta rápida en estos momentos.

¿Y en Estados Unidos?, ¿y en Alemania? Se ponen como ejemplos de una elevada flexibilidad del mercado de trabajo. Aunque es cierto que sigo teniendo muchas dudas sobre la solidez de la fuerte recuperación del empleo reciente en el primer país, mientras que el peso exportador y la mayor contribución en el producto del sector manufacturero, sin grandes problemas de apalancamiento, han reducido la necesidad de ajustes en el empleo en Alemania. Con todo, como hemos visto en la discrepancia en el comportamiento del desempleo en la zona euro durante la crisis, es clara la importancia de tener una elevada flexibilidad en el mercado de trabajo que permita ajustarlo vía salarios y jornada de trabajo más que por el empleo.

El empleo depende del crecimiento. Tan obvio y tan complicado cuando el crecimiento es débil y las empresas están dominadas por la incertidumbre hacia el futuro. Las autoridades, los economistas, pedimos reformas del mercado de trabajo que mejoren su flexibilidad. Pero esto no crea empleo de forma inmediata. Incluso, ante un deterioro adicional del crecimiento, la flexibilidad puede traducirse en un mayor desempleo adicional. Entonces, ¿por qué aplicar estas medidas? Con un doble objetivo. El primero, facilitar un shock en las empresas que les permita reducir incertidumbres. La segunda, aprovecharse en mayor medida en el futuro en términos de creación de empleo ante la recuperación económica. Al final, aumentar el crecimiento potencial de la economía y que esto se traduzca en una más rápida recuperación del empleo perdido. Entiendo que hablar de futuro ante un deterioro tan tremendo del mercado de trabajo en el presente resulte difícil de asimilar.

Estudiando detenidamente el comportamiento del empleo y el desempleo durante la crisis en la zona euro descubrimos las importantes divergencias que existen entre los países. También la diferente reacción de las empresas ante el deterioro del escenario. De hecho, este último punto es especialmente importante para entender la escasa mejora reciente del mercado de trabajo pese a la relativa mejora del producto. En el primer año de la crisis hubo una cierta estabilidad en el mercado de trabajo, con las empresas asumiendo que el deterioro económico no sería tan profundo. El ajuste, si lo hubo y depende del país considerado, se tradujo en horas trabajadas y en salarios por persona (relativa estabilidad del salario fijo frente al descenso del variable y bonus). Sin embargo, los dos siguientes ejercicios sí vieron un deterioro importante del mercado de trabajo, con caída del empleo y fuerte aumento del desempleo, al asimilar las empresas que el propio deterioro del producto era más intenso y duradero. De nuevo, las discrepancias entre países explicadas por la mayor o menor flexibilidad laboral fueron evidentes. ¿Y de forma reciente? La teoría nos dice que en periodos donde se ha producido una acumulación de empleo durante la crisis su recuperación, una vez superada, suele ser lenta. En esta situación estamos, cuando aún no tenemos muy claro si debemos dar por finalizada la crisis.

¿Cómo hacer compatible el proceso de desapalancamiento con el crecimiento? Nos falta demanda final a nivel mundial, con las economías emergentes tratando de digerir sus propios excesos mientras que las desarrolladas nos enfrentamos a la combinación de ajuste fiscal y reducción de la deuda en el sector privado. Un círculo vicioso, el de ajuste fiscal y deterioro económico, de difícil salida a corto plazo. Las empresas tienen capacidad instalada suficiente para responder a una demanda débil, cuando la recuperación de la inversión que podemos ver en el mejor de los casos responde solo a procesos de reposición. El consumo privado se mantiene limitado ante unas pobres perspectivas de empleo, elevada deuda e incertidumbre económica. La mejora, si existe, en el consumo, al final depende de sacrificar ahorro. Y esto puede resultar muy peligroso si se materializa el peor de los escenarios posibles. Incluso es arriesgado en el caso del más probable, que pasa por un crecimiento débil y titubeante durante algunos años. ¿Cómo crecer en este caso?, ¿cómo inventar el crecimiento? No tanto como una decisión en sí, como forzados por las circunstancias, las autoridades monetarias han optado por generar tiempo para que los ajustes se vayan materializando.

Mantener los precios de los activos financieros para favorecer el efecto riqueza en las familias y mejorar las condiciones de financiación de empresas y entidades financieras. Los mercados financieros, en teoría los responsables de la crisis, se convierten de esta forma en un instrumento no buscado de política económica. Sí, todos somos conscientes del riesgo que encierra esta estrategia a medio y largo plazo. Pero no hay mucho margen de maniobra a corto.

Un último factor que me gustaría mencionar: el sector exterior. En un mundo como el actual, de limitada demanda final, todos los países tratarán de aprovecharse de ella a través de las exportaciones. Para muchos países, el tipo de cambio se convierte en otro instrumento de política económica, forzando la debilidad de su moneda a través de intervenciones en el mercado o mediante restricciones a los movimientos de capitales. Responden así ante el ataque que suponen viene de la expansión de liquidez en algunos países. ¿Cuál es el riesgo de todo esto? Una vuelta atrás de la globalización. Y es que el proceso de internacionalización observado en los últimos 20 años se ha producido demasiado rápido e imperfecto, siendo la escasa movilidad de empleo a nivel internacional una de sus deficiencias. Lamentablemente, algunas cosas podrían empeorar antes de mejorar.

José Luis Martínez Campuzano. Estratega de Citi en España

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