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Tribuna
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Un Ejecutivo con capacidad, competencia y confianza

También convicción, credibilidad. Se presume un buen Gobierno. Gente seria, sensata, competente, profesional, tranquila, decidida y de máxima confianza y lealtad al presidente del Gobierno. Muy a su medida. Lejos de cuotas, lejos de los péndulos, lejos de los vanos equilibrios territoriales de partido. Ligero de equipaje y de ataduras. Tenía libertad para elegir a los mejores. Se acabó la frivolidad. Mariano Rajoy conoce muy bien a cada uno de sus ministros. Sabe lo que pueden hacer, sabe lo que puede exigirles. Confía en ellos. Lealtades todas y amistades algunas. Criterio y decisión. Ha sorprendido, por mucho que ahora se diga por activa y pasiva que era previsible. Porque es un hombre previsible. Creemos que sí, pero en lo ordinario lo es, en lo extraordinario, tal vez. Un Gobierno serio, de peso. A falta de los segundos escalones, secretarías de Estado, subsecretarías, etc., la impresión es buena. Hombres y mujeres de peso, no de paso. No por casualidad han llegado a ministros ni por imposición o presión de terceros. Por valía, por conocimiento, por responsabilidad, por tener criterio propio y personalidad definida. Por experiencia en sus sectores y ámbitos en la mayoría de los casos, no en todos, pues si eran criticables en el anterior Gobierno ciertos nombramientos de ministros ajenos al ámbito o materia de su departamento, en la misma medida ha de serlo ahora. Pero todos sabemos cómo funciona la maquinaria burocrática y de la Administración que cada ministerio tiene en esa dualidad política y administrativa. A veces se suple la carencia inicial con el apoyo y asesoría de un equipo de personas competente y conocedora del ramo.

Media de edad alta, nuevos tiempos, por vez primera un presidente maduro y que no frisa la bisoñez de los 40 como sucedió con cuatro de ellos. Es normal que en su equipo, en su primer Gabinete, se combine la experiencia que la edad también otorga tras una aquilatada carrera con la proximidad y contemporaneidad al propio presidente. Lealtad, la de algunos que son amigos personales y penetran en ese círculo íntimo del presidente y que le han acompañado desde hace dos décadas en los distintos ministerios. Lealtad sin fisuras ni quiebras de la vicepresidenta, el verdadero sustento político y parlamentario desde junio de 2008. Tenacidad, capacidad, trabajo, perseverancia y honestidad combinada de altísimas dosis de autoexigencia. Prestigio académico y profesional, rozando la tecnocracia algunos ministros. Al menos generan confianza e irradian cierto optimismo ante el futuro ya presente, el día a día. Incluso cierta independencia. Capacidad de trabajo, de estímulo, de acción. Mariano Rajoy es un hombre de confianza, sabe ganarla y sabe otorgarla, pero también sabe exigir y mandar a los suyos. Los retos que los 13 ministros ­quizás se ha desaprovechado la ocasión para reducir algo más los ministerios, pero de nada sirve si no se adelgaza la superestructura administrativa al mismo tiempo­ son titánicos. Que den o no la talla es algo que el tiempo dirá, que lo intentarán sin duda, es una realidad. En eso podemos estar seguros.

Estamos ante lo que puede ser un buen Gobierno, serio, recto, equilibrado, competente y capaz. Es lo que necesitamos sin rémoras ni indecisiones. Es lo que España necesita. Seriedad y capacidad, competencia y credibilidad. Pesos fuertes en Economía y Hacienda, en Justicia, uno de los grandes bastiones del Ejecutivo, y sobre todo tras el escenario terrorista, en Fomento, en Exteriores. Experiencia la de muchos, casi todos. Conocimiento de la Administración. Un hándicap positivo. Su suerte será la de todos, no solo la de un partido. Que sean eficaces. Que lo sean en todo el conjunto del Estado, sin prebendas ni privilegios, sino buscando el equilibrio, lo proporcional, lo justo. Tanto para unas comunidades como para el resto de comunidades, ninguna es más que las otras, son todas iguales y juntas tanto como el Estado que conforman. Llega la hora de afrontar las enormes dificultades que existen y que se ciernen sobre un 2012 que debe ser el punto de inflexión.

El Gobierno tiene que priorizar en que ámbitos hará especial énfasis y será enérgico. Uno por encima de los demás, la creación de empleo, la estimulación de la productividad, la competencia, la reactivación de sectores, el enderezamiento del sistema y reestructuración financiera. El crédito es capital, pero para ello la confianza es el nudo gordiano que rompe la inercia. El perenne sonambulismo de ineficacia e inacción en que nos hemos ido sumiendo.

Abel Veiga. Profesor de Derecho Mercantil de Icade

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