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Columna
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Draghi no reniega de la austeridad

Es posible decir la palabra "crecimiento" sin convertirse en un rehén de las elecciones francesas? Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo, ha sido secuestrado por el partido socialista francés debido a que ha llamado a un "pacto por el crecimiento" en la eurozona. El candidato a la presidencia François Hollande lo ve como un signo de que sus ideas están ganando terreno. Pero la afirmación de Draghi no significa un cambio radical. Lo que quiere decir con pacto por el crecimiento no tiene nada que ver con los planes de Hollande.

El próximo conflicto dentro de la eurozona no es, afortunadamente, sobre si el crecimiento es bueno o no. Todos están de acuerdo en que lo es. También hay unanimidad en la necesidad de una disciplina fiscal. Lo que pone a Hollande en colisión con Alemania, el BCE y la mayoría de los socios de Francia en la eurozona es su creencia de que el crecimiento vendrá del resto del mundo mientras Francia evita acometer las dolorosas reformas que están en marcha en la mayor parte de Europa. Francia tiene los costes laborales por hora más altos que ninguna gran economía europea, de acuerdo con las estadísticas de la UE actualizadas esta semana. Han crecido un 39% en la última década, el doble que en Alemania. Ese dato no tiene en cuenta la productividad, que es alta en Francia, pero el deterioro en la balanza de cuenta corriente muestra que su competitividad se ha resentido.

Si Hollande sigue pensando que eso no es un problema, o si piensa que lo es pero se siente obligado a mentir a los franceses sobre ello, no hay manera de encontrar un punto en común con Draghi. Aunque la expresión pacto por el crecimiento puede sonar a nueva, no es algo que no se haya dicho antes, una y otra vez, por los banqueros centrales: los gobiernos deben reformar, y cuanto más esperen, mayores daños habrá. Los eurobonos, los grandes programas de inversión y los estímulos alemanes ayudarán, pero no evitarán que Francia sufra las reformas. Si el candidato Hollande sigue ignorando esa realidad, el presidente Hollande será el primero en estrellarse contra la pared.

Por Pierre Briançon

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