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Columna
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Discursos ambiguos para los mercados

Aunque puede ser deprimente asistir a las convenciones presidenciales de cada cuatro años, donde los políticos americanos fracasan al detallar sus ideas políticas, los mercados no necesitan preocuparse mucho. Estos eventos no son la cita adecuada para desvelar programas específicos. La retórica reina hasta que los debates fuerzan a los candidatos a profundizar en sus propuestas. Hasta entonces, los inversores solo pueden relajarse y ver el espectáculo.

En la fiesta republicana de la semana pasada las esperanzas se dispararon y las acusaciones dominaron. Los grandes discursos no pararon de lanzar dardos contra el presidente Barack Obama, pero dejaron vagas alternativas. Por ejemplo, el optimista candidato a la Casa Blanca Mitt Romney repitió su compromiso de recortar el déficit como parte de su plan. Pero como su candidato a vicepresidente, Paul Ryan, omitió las matemáticas para explicar el recorte de 500.000 millones de dólares de gastos al año. Este tipo de ambigüedad podría preocupar a las empresas: parece un farol. Después de todo, si Romney no puede explicar cómo lograría alcanzar sus metas, alguien puede dudar de ellas.

Los inversores deberían esperar la misma ambigüedad de los demócratas en su convención de Charlotte. El presidente Obama no quiere dar a sus rivales la oportunidad de atacar sus nuevas ideas a menos que tenga las suyas para hacer lo propio al mismo tiempo. Por eso los debates son la mejor manera para mostrar las nuevas propuestas. De estas fiestas se pueden extraer también pedazos de perspicacia política. Por ejemplo, es útil saber que algunos republicanos, en caso de ganar en el Senado, esperan una reelección de Obama para no cooperar en evitar el precipicio fiscal. La misma perspectiva, pero en el sentido contrario, se encontrará sin duda en Charlotte.

No hay que ignorar del todo los golpes bajos. Dan un primer reflejo de las principales prioridades. Y entre líneas, hay pistas sobre cómo alcanzarán sus ambiciones. Pero llegar ahí precisa de horas de escuchar tópicos, espectáculos enlatados y majaderías políticas.

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