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Columna
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La crisis era necesaria, pero ¿será suficiente?

Ante el ajuste inmobiliario en la economía española se han establecido dos escuelas, según el autor: la que propugna la ayuda, encabezada por Miguel Sebastián, y la que considera que una crisis es necesaria, defendida por Pedro Solbes. Un pulso del que, en su opinión, pronto conoceremos las consecuencias

En matemáticas, para que se cumplan determinados resultados, han de darse las condiciones necesarias y suficientes. En algunas vertientes de la economía española, como la inmobiliaria, se han establecido dos escuelas de pensamiento que conviene examinar. De una parte, están aquellos que después de haber engullido sin rechistar todas las vacas gordas imaginables, cuando aparecen las primeras flacas reclaman que se las engorden como sea, es decir, con cargo al erario público. Su argumento es el de aquellas antiguas campañas de la lucha contra el cáncer, tantos años bajo la presidencia de la marquesa de Villaverde: 'Ayúdennos y se ayudarán'.

Como tantas veces, el ejercicio deseado habría consistido en la privatización de los beneficios, siempre buscando maximizarlos, y la socialización de las pérdidas para evitar males mayores, como el deterioro de los índices económicos y el crecimiento del desempleo. La penúltima aspiración de estos empresarios es la firma de acuerdos como el alcanzado en Castilla-La Mancha, que podría salvar in extremis al Pocero de Seseña, y en la autorización para que los fondos de reserva de la Seguridad Social puedan invertir hasta un 10% en la deuda titulizada de los quebradizos, ideada para mantenerlos a flote. Bajo esas banderas acampa por ejemplo el ministro Miguel Sebastián y su aclamada criatura David Taguas, cedida ahora a Seopan, la patronal del sector, en prenda de buen entendimiento.

De otra parte, se encuentra el vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes, para quien la crisis inmobiliaria es necesaria. Solbes rechaza 'tomar medidas artificiales contra los excesos' del sector y apuesta por el mantenimiento de la actual política económica. En esa línea, ha decidido frenar el plan del Ministerio de la Vivienda, que preveía ayudas fiscales al sector y rechazar las intervenciones de encargo que irían destinadas a la aplicación de cuidados paliativos al fenómeno de la caída de la construcción. Aclaremos que estas dos escuelas de pensamiento para nada forman parte de esos brotes castizos, que exaltaba el lema turístico de Fraga Spain is different, sino más bien cultivos muy internacionales de los que ha habido amplia referencia periodística en diarios como International Herald Tribune o Financial Times.

Los análisis y las terapéuticas que propugnan Solbes y Sebastián presentan diferencias sustanciales

Tampoco semejante controversia es una novedad en nuestros pagos, porque también a principios de los años ochenta se escindieron las posiciones entre el cinismo y la ortodoxia cuando se abrió el suelo bajo nuestros pies con el seísmo de la crisis bancaria. Entonces, los que andaban en malos pasos proclamaban la indivisibilidad de ese intangible de la confianza sobre el que opera la banca. Sostenían que si un banco llegara a caer el efecto contagio arrastraría necesariamente a todo nuestro sistema financiero.

Aferrados a ese principio de la indivisibilidad de la confianza, los abusadores que se habían encaramado a aquellos bancos de Navarra, de Valladolid, de Rumasa, de Siero y de tantos y tantos proclamaban unánimes la necesidad de que el Estado acudiera a salvarles. Pero entre los que habían edificado su credibilidad en base al rigor y la solvencia, como Luis Valls, valedor de la trayectoria del Popular, cundía el pensamiento antagónico, según el cual la quiebra de alguno de esos indeseables colegas habría tenido efectos estimulantes y de escarmiento para una clientela que en adelante se vería obligada a discriminar entre bancos y a analizar con más cuidado las ofertas y su solvencia.

Más allá de la bronca semántica entre los que sólo aceptan el nombre de desaceleración y los que abrazaron el término crisis, como propugnaba el Partido Popular, la creciente gresca precongresual del primer partido de la oposición ha venido de manera paradójica a dificultar la situación en las filas del PSOE dejando que afloren discrepancias dentro incluso del propio Gabinete del presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Los análisis y las terapéuticas que propugnan Solbes y Sebastián presentan diferencias sustanciales. Pronto conoceremos las consecuencias del pulso en el que andan. Volviendo al título de esta columna queda claro que la crisis era necesaria pero falta por ver si será suficiente.

Miguel Ángel Aguilar. Periodista

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