_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tres crisis y una unión política europea

Las presidencias semestrales de la Unión Europea son juzgadas, además de por cumplir el programa establecido, por su capacidad para enfrentarse a las crisis que estallan durante su desarrollo. Así ocurrió con Francia en 2008, cuando tuvo que lidiar con la guerra entre Rusia y Georgia y hacer frente al caos financiero del otoño. Y la presidencia española de la UE no iba a ser menos. Desde el 1 de enero, España, a la cabeza del Consejo de la Unión, ha hecho frente a tres crisis sucesivas: la humanitaria, la económica y la aérea. Veamos.

La humanitaria llegó de la mano brutal que, en forma de terremoto, arrasó Haití en enero. La Unión Europea, con la presidencia española actuando en tiempo real -las imágenes de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega en ese país lo hicieron patente-, estuvo a la cabeza de la respuesta humanitaria desde el minuto uno, haciendo visible su presencia con todo tipo de equipos de rescate y ayuda de emergencia. Y hoy está en la vanguardia de la reconstrucción del país como el mayor donante mundial para ese objetivo.

Era un dato descontado que la crisis económica que afecta al conjunto del Planeta iba a seguir pesando sobre todos los países europeos. Pero ya era más difícil de prever con los datos disponibles que sus consecuencias sobre un miembro de la zona euro, Grecia, iban a ser tan devastadoras. Atenas no podía quedarse sola ante un peligro de quiebra en sus finanzas, al menos por dos razones: la primera, de solidaridad con un estado miembro de la Unión; la segunda, de interés en evitar que una situación descontrolada tuviera graves consecuencias sobre la moneda única.

La inexistencia de previsiones en el Tratado frente a este tipo de situaciones ha sido suplida por los responsables europeos -presidente del Consejo Europeo (Van Rompuy), presidencia española (Zapatero) y Comisión Europea (Barroso)- con agilidad y eficacia. En primer lugar, con la solidaridad política expresada en la reunión extraordinaria de jefes de Estado y de Gobierno del 11 de febrero; después, con la definición de un mecanismo de rescate realista, útil y compatible con la norma fundamental de la Unión creado por la Eurozona en el marco de la reunión el Consejo Europeo de primavera.

Finalmente, las cenizas del volcán islandés han paralizado el tráfico aéreo en los cielos europeos, causando graves perjuicios a miles y miles de viajeros e importantes pérdidas a las aerolíneas.

Pues bien, a pesar de que la Unión Europea no tiene competencias para abrir o cerrar espacios aéreos nacionales -poder que recae en cada Estado- y Eurocontrol no es una estructura de la Unión, la presidencia española se ha empeñado en conseguir una respuesta coordinada entre sus miembros para desbloquear sistemáticamente la situación en bien de los pasajeros, autorizar ayudas públicas a las aerolíneas afectadas y rescatar a su ciudadanos bloqueados, manteniendo siempre los principios de precaución y seguridad. Las decisiones del Consejo de Transportes presidido por el ministro de Fomento Blanco y las gestiones del secretario de Estado López Garrido han conseguido las tres cosas.

Es esencial apreciar que en esas tres crisis se ha trabajado con la vista puesta en lo que, en mi opinión, es el gran objetivo político de la presidencia española: impulsar que la UE comience a actuar con convicción como lo que es tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, una unión política.

Haití es el ejemplo de una política exterior europea global de progreso; Grecia, el de la puesta en marcha de las primeras piedras de un verdadero Gobierno económico europeo; las cenizas del volcán, el de la atención a las necesidades ciudadanas allí donde es necesario, empezando por el derecho a un transporte seguro y eficaz. Y todo ello colaborando de forma leal y constructiva (y a veces silenciosa, porque así debe ser) con quienes encarnan el afán de ser aquella unión política en sus primeros meses de mandato: Van Rompuy y Ashton.

De ahí que crea que el balance de esta presidencia semestral -como lo fue en 1989, 1995 y 2002, en circunstancias diferentes- se perfila como positivo. Cosa de todos, logro de esta España europea y europeísta en cuya capacidad merece la pena confiar más de lo que solemos hacerlo.

Carlos Carnero. Embajador en Misión Especial para Proyectos en el Marco de la Integración Europea

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_