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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Corregir los excesos de la corrección

La crisis lleva cinco años destruyendo riqueza en España, pero hasta este último no había decantado tanto el daño hacia una parte de la balanza que la reparte. Solamente en 2012 la brecha entre la parte de la tarta nacional que va a parar a las manos de los empresarios y la que lo hace a las de sus trabajadores será de unos 38.000 millones de euros: los asalariados perderán casi 26.000 por el fortísimo ajuste del empleo y la empresa recuperará unos 12.000, en parte por el avance de los autónomos.

El saldo final es que ya ahora ambos agentes están empatados en el reparto, pero a final de año, y con seguridad en 2013, el sorpasso será un hecho: las rentas empresariales superarán a las del trabajo por cuenta ajena. No es ni más nimenos que un efecto tangible de una corrección severa en los costes, que tendrá que llegar también a los precios, para que esta evidente devaluación interna dé los resultados proclamados.

Si no lo hace, solo generará un desequilibrio desconocido, más propio de una economía emergente que de una desarrollada. La resistencia de las políticas económicas y de una parte de los agentes sociales a afrontar este ajuste de costes y precios en el pasado lo ha retrasado en exceso, primero, y lo ha acelerado, también en exceso, ahora.

El creciente bloqueo de las líneas de financiación a la banca con problemas y a las empresas, la fuerte caída de la demanda por el deterioro de las expectativas, la necesidad imperiosa de reducir el gasto público y la liberación que la reforma laboral ha supuesto para el negocio de muchas corporaciones (hay ejemplos diarios) ha desatado un ajuste muy intenso desde primavera. Cuando solo cede el 1,5% el PIB, la ocupación lo hace el 4,6% y el 5,5% si se trata de asalariados.

Esta velocidad endiablada que ha cogido el ajuste puede ser buena si precipita la estabilización de la economía, paso previo a la recuperación. Pero puede engendrar desequilibrios muy agresivos que distorsionen la actividad y el reparto equitativo de la riqueza.

Se antoja complicado alcanzar algún tipo de acuerdo de rentas que funcione como amortiguador de esta especie de movimiento tectónico de rentas. El firmado por empresarios y sindicatos no funciona como tal, pues está siendo desbordado por la realidad, tal como revela el hecho de que los trabajadores con convenio nuevo este año son una cantidad muy limitada. Y nunca más que ahora es precisa la presencia de una herramienta sindical para reconducir la situación,más allá de la contestación filopolítica de las últimas huelgas generales.

El Gobierno, por su parte, tiene que vigilar el desarrollo de las relaciones industriales sobrevenido con la reforma laboral. Porque si se consolida un escalón muy fuerte de caída de los salarios, no correspondido con una bajada de los precios, dañará el consumo a medio plazo y la inversión a largo. Y sin ellos, no hay recuperación que valga.

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