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Columna
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La connivencia de Bruselas

Los Gobiernos europeos proteccionistas le han dado de nuevo la espalda a Bruselas. Las luchas de poder entre el grupo italiano Parmalat y su rival francés Lactalis ha puesto a Roma en máxima alerta, decidida a introducir una serie de medidas proteccionistas. El episodio pone de relieve el por qué la Comisión Europea debe ser más ágil en su política de vigilancia del libre comercio transfronterizo de fusiones y adquisiciones.

La controversia de Parmalat es la represalia por el largo historial de proteccionismo francés. Hay incontables ejemplos de la tensión comercial entre París y Roma.

España también se ha visto envuelta en una serie de disputas proteccionistas dentro de Europa, tanto en la posición de potencial comprador como de comprado. En 2006 la italiana Autostrade culpó a su propio gobierno de matar un posible acuerdo con Abertis, la empresa rival española de peaje de autopistas.

Un año después, España dio la bienvenida a la italiana Enel como posible compradora del grupo de gas Endesa -ya que la alternativa era que Endesa fuese absorbida por la alemana Eon. Sin embargo, la unión sinérgica, con frecuencia debatida, de Telecom Italia y Telefónica aún parece ser una opción que Italia rechaza.

Es difícil creer que los Estados europeos han firmado varios tratados que consagran el principio de la libre circulación de capitales. Los abogados han de plantearse la legalidad de las medidas proteccionistas y, quizá entonces, se arrepentirían.

La Comisión supervisora de la cooperación transfronteriza de las fusiones y adquisiciones es torpe y necia. Europa tiene que encontrar una manera de hacer valer sus competencias por encima de los Gobiernos y el mercado. Si sus poderes no son suficientes, hay que seguir reclamando más.

Por Christopher Hughes

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