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Tribuna
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La concentración en el sector energético

El sector energético está protagonizando una etapa de integración, empujado por la necesidad de mantener la competitividad en un mercado liberalizado. Esta concentración no sólo es horizontal, entre compañías del mismo tipo, sino también vertical, según el autor, que aporta algunas claves del proceso

Corren tiempos de consolidación en el sector de las utilities. Obligadas a mejorar su eficiencia para mantener la competitividad en un mercado liberalizado, las compañías de gas y electricidad buscan, con mayor o menor éxito, operaciones corporativas que les permitan ganar tamaño para aprovechar las ansiadas economías de escala, ya que el crecimiento orgánico por sí solo no es suficiente para alcanzar sus objetivos.

Sin ir más lejos, en la península Ibérica hemos podido comprobar cómo en los últimos meses han surgido operaciones de este tipo, con grados de desarrollo que van desde el rumor hasta la opa, y que señalan una tendencia generalizada en el mercado.

Sin embargo, además de la integración horizontal, es decir, entre compañías del mismo tipo, estamos asistiendo a un proceso de integración vertical que no por menos publicitado resulta menos interesante.

Una de las claves del éxito de una compañía eléctrica es el acceso a un suministro de combustible que garantice que la energía generada es competitiva en el mercado, permitiendo obtener la rentabilidad esperada de sus plantas de generación.

La tecnologías de generación tradicionales, hidráulica y de carbón fundamentalmente, han buscado en la proximidad a las fuentes de energía la respuesta a este abastecimiento competitivo. Así, las centrales hidroeléctricas están situadas precisamente en el lugar donde existen los cursos de agua con caudal suficiente, al tiempo que las centrales de carbón se sitúan generalmente en las proximidades de las minas o de los puertos de entrada de carbón.

Con un sistema de pool como el español, que prioriza el funcionamiento de las centrales de acuerdo con una orden de mérito basada en el coste marginal de la electricidad, la obtención de un suministro de combustible competitivo resulta crítica para garantizar un despacho de las plantas que permita alcanzar los objetivos de rentabilidad deseados.

Otra consecuencia de la liberalización del sector eléctrico es una marcada tendencia a optar por el desarrollo de centrales de generación que requieran inversiones reducidas. En un entorno competitivo con gran incertidumbre acerca de la posibilidad o no de ser despachado por el sistema, resulta excesivamente arriesgado construir centrales con elevados costes fijos, prefiriéndose tecnologías con menores costes por MW instalado.

Así, a pesar de que el coste marginal por kWh generado puede ser menor en centrales hidráulicas o de carbón, por no hablar de las nucleares, la mayoría de los agentes del sector están optando por las centrales de gas de ciclo combinado que ofrecen una mayor flexibilidad y un menor coste de inversión.

En esta situación, en la que todas las compañías están apostando en mayor o menor medida por el gas, el acceso a las fuentes de suministro resulta crucial ya que un porcentaje cada vez mayor de su cartera de generación dependerá de este combustible.

Siguiendo la secuencia de la cadena de valor del negocio del gas, tradicionalmente las empresas petroleras han estado situadas aguas arriba (upstream) en los negocios de exploración y producción, mientras que las utilities se situaban aguas abajo (downstream) como consumidores finales y comercializadores. La creciente importancia del transporte internacional, especialmente de gas licuado (GNL), ha hecho aparecer la noción del negocio midstream como intersección de los dos ámbitos anteriores, donde han competido hasta la fecha petroleras y utilities.

Con un crecimiento exponencial de la demanda de gas y unos precios en aumento, no es de extrañar que la conjunción de intereses de las empresas eléctricas, gasistas, petroleras y Gobiernos esté suponiendo un cambio en las reglas de juego tradicionales del sector y una necesidad de explorar nuevos negocios.

Impulsadas por esta creciente importancia del gas, las compañías eléctricas intentan asegurarse el suministro en condiciones favorables, para lo cual han comenzado a interesarse por negocios tradicionalmente fuera de su ámbito habitual. Al mismo tiempo, las compañías petroleras extienden su negocio aguas abajo, involucrándose cada vez más en negocios de comercialización e incluso generación.

Así, no es extraño ver cómo Unión Fenosa ha participado activamente en el desarrollo de una planta de licuefacción de gas en Egipto, cómo Gas Natural (con su propio plan de generación eléctrica) comparte con Repsol YPF la explotación de yacimientos de gas en varias partes del mundo y tiene una posición muy relevante en el negocio de midstream, cómo la práctica totalidad de las eléctricas españolas participa en el desarrollo de instalaciones de regasificación y gasoductos internacionales o cómo RWE, por citar sólo algunos ejemplos, obtiene concesiones para explorar y producir gas natural.

Las señales de los diferentes mercados apuntan a que esta presión sobre las fuentes de gas no hará sino crecer. Las aplicaciones del gas como fuente de energía están ampliándose de forma espectacular. Desde la producción de hidrógeno como combustible para las nuevas generaciones de automóviles hasta el previsible desarrollo de la generación distribuida, el gas se posiciona como uno de los pilares del desarrollo futuro, y más teniendo en cuenta la reciente crisis petrolífera.

Las compañías eléctricas, por consiguiente, se encuentran ante un dilema de difícil resolución. Por una parte, la estrategia de concentrarse en su core business parece ser la elección mayoritaria después de algunos años de aventuras corporativas en negocios más o menos relacionados. Por otra, el mantenimiento de la competitividad en ese core business les impulsa a entrar en negocios que de otra forma no se hubiesen planteado, tales como la construcción de gasoductos internacionales, el fletamento de buques metaneros, la participación en plantas de licuación o incluso la compra de reservas.

En definitiva, no existe una estrategia ganadora que garantice el éxito en cualquier escenario. La posición de cada compañía dependerá finalmente del riesgo que esté dispuesta a asumir para mantener su posición en el mercado, así como de la posición competitiva en los mercados en los que está presente. En cualquier caso, la próxima oleada de operaciones de consolidación nos dará indicaciones claras de quiénes han sido los ganadores y los perdedores en el proceso.

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