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Columna
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Compulsión cambiaria

El Tesoro de EE UU ha criticado a Tokio con razón por tratar de debilitar artificialmente al yen. Las intervenciones tienen un impacto limitado, ya que los exportadores han aprendido a vivir con una moneda fuerte. Pero es probable que se produzcan más intervenciones por los temores de que los operadores vean la divisa como apuesta segura.

El superávit actual de 7.000 millones de dólares nipón ejerce presión al alza sobre el yen. Y las autoridades de Tokio no esconden su determinación en luchar contra esto. Una moneda más fuerte hace que las exportaciones sean menos competitivas en el extranjero. El motivo más común a la hora de debilitar una moneda es proteger a los exportadores, que se vuelven menos competitivas cuando la moneda se fortalece. Pero no está claro que los exportadores japoneses necesiten ese apoyo. Se han ido ajustando gracias al recorte de costes y a la deslocalización de la producción. Así, los beneficios del sector electrónico se han recuperado desde la crisis financiera hasta alcanzar el nivel de hace seis años, a pesar de que el yen es un 50% más fuerte, según Goldman Sachs.

Puede que Tokio tenga otras razones para intervenir como reducir la volatilidad. Un yen más inestable es tóxico incluso para los exportadores más adaptables, dañando su capacidad para planificar las inversiones. El yen ha aumentado alrededor del 42% desde agosto de 2008, en gran parte porque los inversores huyen del dólar y otras divisas. Y esto actúa como un impuesto sobre los exportadores. Así que tiene sentido para los funcionarios japoneses tratar de alejar a los operadores del yen, aunque solo sea para asegurarse de que la moneda no se convierte en apuesta segura de manera que la inversión industrial se someta a presión. Probablemente en 2012, Tokio blandirá su espada inútilmente para convencer de que el yen vuelva a la tierra, lo apruebe Washington o no.

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