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Tribuna
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El candidato Pérez Rubalcaba

Todo parece indicar que el vicepresidente primero y ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba será, finalmente, el candidato socialista a las próximas elecciones generales. A su extenso currículo de servicio público en las instituciones y de responsabilidades políticas en el PSOE, sumará la tarea de mayor envergadura que un dirigente puede asumir: optar a la presidencia del Gobierno con el pleno propósito, y esto no es baladí, de conseguirlo.

Todo apunta a que centrará su discurso y su trabajo en la economía. A que pondrá el acento en la recuperación de la confianza -un valor que él mismo aporta a muchos electores, socialistas o no- y fijará sus prioridades en el crecimiento y en la lucha por la creación de empleo.

Desde un punto de vista puramente electoral, Rubalcaba supone una novedad en el panorama político. Su candidatura transformará la tendencia habitual de los partidos a renovarse generacionalmente con dirigentes y candidatos más jóvenes. El atributo de la edad conocerá una nueva perspectiva. Ya no tratarán los socialistas de convertir en valor político la proximidad generacional con los más jóvenes; intentarán transmitir el alcance de una larga trayectoria y una nutrida experiencia como rasgo básico a la hora de encarar la máxima responsabilidad del Gobierno, y buscar así nuevas complicidades.

Nos homologaremos con nuestros vecinos. En los países de nuestro entorno la experiencia y la veteranía son un grado. Será esa, por tanto, una característica a la que el político por excelencia que es Pérez Rubalcaba tratará de sacar mayor partido.

Más aún en un contexto de crisis y de desafección social con las medidas emprendidas hasta ahora por el Gobierno, que en más de una ocasión han dado una imagen errática y desorientada. La fortaleza del candidato Rubalcaba radicará, precisamente, en la aportación de solvencia, rigor, experiencia y capacidad de respuesta organizada y prudente a los desafíos económicos del país.

En la presentación de su candidatura a las elecciones internas dio muestra de su prioridad: el empleo. Buscará, todo parece indicarlo, ofrecer un programa de Gobierno con contenidos sólidos para dar una respuesta socialdemócrata a los últimos estertores de la crisis; y al hacer suyo el viejo eslogan socialista: Que nadie quede atrás, ofrecerá una visión de la salida de la crisis centrada en el empleo y en la seguridad de los trabajadores de poder contar con la protección del Estado. El protagonismo del socialismo que construyó Felipe González parece que recuperará actualidad. No en vano, Rubalcaba fue uno de los protagonistas de aquella etapa de desarrollo económico y social. Contará su candidatura con la experiencia de aquel tiempo y con la adquirida en los Gobiernos de Zapatero en derechos civiles y políticos de amplios colectivos.

De alguna forma, Alfredo Pérez Rubalcaba transformará la visión que hoy tenemos instalada en nuestras retinas sobre cómo debe ser una campaña electoral. Llevamos demasiado tiempo -fundamentalmente desde el éxito de Obama, atribuido a tantos ciberasesores desperdigados por el mundo- asistiendo a campañas cuyo eje se situaba en la dinámica de un lenguaje construido sobre imágenes y mensajes con más estética que contenido político.

El candidato Rubalcaba devolverá, por la propia dinámica de su ejercicio profesional, protagonismo a la política: al discurso y a la dialéctica; valores semienterrados entre los nuevos estereotipos de las prácticas propias de los mundos de internet, que a veces en vez de señalar los caminos ciegan la visión de la política, confundiendo y desorientando. Las situará en el plano más adecuado para él, puesto que su trayectoria y experiencia le permiten llevar al adversario al terreno de los contenidos y de las contradicciones.

Ahí se tendrá que medir Rajoy. El paseo con el que soñaba se ha truncado. Rubalcaba es un peso pesado del análisis y de la confrontación. A él se deben expresiones eficaces y certeras para poner contra las cuerdas a sus oponentes. Lo hace hábilmente en el Congreso de los Diputados cada miércoles -para temor de sus adversarios- y lo ha hecho con indiscutible éxito en los momentos dramáticos en los que se gestó el cambio político en 2004, en las fechas decisivas que impulsaron el voto socialista que llevó a José Luis Rodríguez Zapatero al poder.

Desde una perspectiva electoral, Rubalcaba romperá el juego establecido en los últimos tiempos. Puede ofrecer templanza, sabiduría y trabajo. Y sobre esas tres virtudes intentar asentar un discurso que centre en lo económico -recuperación, innovación, educación y desarrollo- la dispersa estrategia socialista de los últimos años, incapaz de identificar las prioridades cuando no las ha convertido en contradictorias.

Será una campaña electoral muy interesante.

Rafael García Rico. Experto en comunicación política

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