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Columna
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La cajas ponen el cartel de 'Se vende'

Las cajas españolas están desinvirtiendo y los inversores deben estar alerta. Estas instituciones, controladas por los políticos locales, invirtieron miles de millones en compañías españolas en los años del boom, la mayoría a sugerencia de las propias empresas. El mayor inversor, La Caixa está en buena forma, y no tiene porque vender ahora. Pero otras cajas se enfrentan a montañas de créditos impagados. Las reestructuraciones están a la orden del día.

Aproximadamente la mitad de las 45 cajas españolas están en procesos de fusión para lo cual, el Gobierno ha dotado un fondo de 99.000 millones de euros, aunque sus términos no son baratos. Como parte de la reestructuración, el Banco de España podrá solicitar a las cajas que se deshagan de algunas participaciones industriales. Por supuesto, no todas necesitan vender y muchas se muestran reacias a perder sus sillones en compañías con fuertes conexiones en su ámbito territorial.

Las estimaciones varían, pero el valor mínimo de las participaciones que pudiesen ser vendidas ronda los 10.000 millones de euros , excluyendo las de la Caixa. Las cajas poseen, entre otros paquetes, el 18% de Iberdrola, así como presencia en NH Hoteles, Pescanova o Enagás.

Pequeñas ventas de grandes empresas muy líquidas en Bolsa, como Iberdrola, pueden hacerse sin generar disfunciones sobre el valor. Caja del Mediterráneo vendió el pasado mes una pequeña participación de Abertis de una sola vez. Las cajas se han desecho del 8% de la compañía desde finales de 2008.

Pero en compañías más pequeñas y, por tanto, más ilíquidas, las ventas pueden afectar a la cotización. Como ejemplo, el grupo Ebro Puleva donde Caja Duero y Caja España poseen cerca del 11% del capital. Ambas colocaron el cartel de "se vende" soltando acciones en el mercado en pequeñas cantidades y el resultado ha sido un descenso del 6% de la cotización desde principios de marzo cuando el mercado ha estado alcista.

El pánico inicial podría terminar, finalmente, en ganancias. La mayoría de las cajas han obtenido sobre el papel suculentas plusvalías con sus inversiones y ahora podrían decidir vender. Las compañías, por su parte, perderán unos accionistas que solían ser ricos y leales, pero que ahora son fuente de inestabilidad. Los inversores, pues, pueden estar frente a un camino lleno de baches, pero el cambio de accionariado terminará beneficiando a las compañías.

Fiona Maharg-Bravo

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