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Tribuna
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Ese breve segundo de lucidez

Creo que en estos momentos todos compartimos una misma experiencia: la imposibilidad de evitar la palabra crisis. Pronunciada con tono trágico, con ironía, o con acento doctoral, no hay reunión profesional o privada donde no surja en un montón de ocasiones.

Personalmente, lo que más me inquieta no es detectar un tono pesimista en el interlocutor de turno, sino la convicción que empiezo a observar en algunos de que de esto "saldremos reforzados" y de que las cosas "van a cambiar" a partir de una crisis que "ya clarea", sólo porque la Bolsa no produzca sobresaltos. Todas esas expresiones de ánimo, dichas así, sin más, me parecen una especie de conjuro mágico o la promesa compungida de los niños cuando rompen el cristal a balonazos: no valen nada.

Sobra recordar que el término griego del que procede la palabra de moda significa juicio, y juicio -en el sentido de razonar, si queremos, pero sobre todo en el sentido de valorar y sentenciar- es el que deberíamos aplicar en estos momentos porque, de lo contrario, en muy poco tiempo volveremos a encontrarnos como ahora, como si el sufrimiento y la experiencia de estos meses -que empiezan ya a ser años- no nos sirvieran de nada.

Y la oportunidad de cambiar de verdad las cosas durará poco. De hecho, estamos a punto de perderla. Es justo en los instantes de más estrés cuando podemos ver las cosas con perspectiva y lucidez, cuando podemos ponernos en contacto sin tapujos con la batería de errores que hemos estado cometiendo y que han lastrado la economía española mucho antes de que la famosa crisis asomara su feo rostro por el horizonte.

Una crisis implica final, pero también principio y, en el mejor de los casos, crecimiento; y la cuestión es saber qué clase de principio estamos programando para el futuro y hacia dónde nos va a llevar el posible crecimiento.

La experiencia demuestra que los errores del pasado tienden a reproducirse en el futuro si no se rompe la dinámica perversa que los provoca.

Entre el momento en que se produce el problema y el momento en que, de forma más o menos inconsciente, se pone nuevamente en marcha el modelo de la repetición (es decir, la vuelta a la normalidad) hay un periodo de desconcierto -en el que aún estamos- que puede aprovecharse para introducir cambios importantes que servirán de garantía en el porvenir.

En estos meses negros, hemos oído voces críticas y autorizadas que enumeraban los fallos profundos de nuestra sociedad, tanto del deficiente sistema educativo, como del viciado sistema laboral, pasando por la burocracia disuasoria que frena a los emprendedores. Todos habíamos visto cómo se ha expulsado del mercado el talento de los veteranos y cómo se ha desmoralizado a los más jóvenes. Y ahora mismo parece que hay más preocupación por mantener controlado el paro que por impulsar ambiciosamente el empleo.

Pero cada una de estas formulaciones críticas se ha visto ahogada rápidamente: es inquietante la falta de autocrítica en instancias políticas, económicas, sindicales y académicas. A cada denuncia fundada le sucede un alud de excusas y explicaciones. Jamás, un debate. Jamás, un análisis. Y nada como echarle la culpa de todo a la avaricia de algunos o reclamar legislaciones más severas, como si las normas más rígidas no pudieran violarse. ¿Ponemos en marcha el modelo de la repetición?

Si unos y otros no ponemos las cartas sobre la mesa puede que algunos sectores o castas españolas salgan más o menos adelante, pero no nos espera un futuro muy brillante como sociedad. Se está perdiendo un importante número de empresas y aunque aparecerán otras éstas tendrán que seguir enfrentándose -si no lo enfocamos sin coartadas- al problema de las escasas productividad y promoción del talento -y en este campo las mujeres tenemos mucho que perder, aunque la legislación pretenda lo contrario.

Pero no veo ese debate por ningún sitio, y sin ese debate crudo y profundo, que debemos reclamar con urgencia, es difícil que España -que quiere ocupar un lugar importante en el siglo XXI- saque el máximo de ciudadanos cualificados y de ideas para enfrentarse a los desafíos de este siglo.

Eva Levy. Directora de la División de Mujeres en Consejos de Administración y Alta Dirección de ExcellentSearch

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